Nada por aquí, nada por allá... y ahí van nuestro bienamado ministro de Economía y Competitividad (¿?) y una jeta nueva en nuestra bitácora, José Ignacio Goirigolzarri, alias "No he venido a depurar responsabilidades" (faltaría más, pobre Rodrigo, encima de que "tuvo que hacer frente a un momento muy convulso y muy complejo" -ni Churchill, vamos-). Ambos cual Juan Tamariz (eso sí, de tres al cuarto, poca broma con el maestro, al que, por cierto, en breve tendremos ocasión de admirar, babear y rendir pleitesía en Barcelona ciudad), con una nueva entrega de la estafa sin fin en que se ha convertido en los últimos años la economía española. Y si en nuestras retinas todavía perdura la habilidad de un mago que nos deleitaba haciendo billetes de mil con una extraña maquinita, en nuestros lomos siguen escociendo las mil y unas artimañas que tantos tahúres hijos de Roldán, Mario Conde o su puñetera madre ingenian día tras día para hacerse con nuestros billetes sin necesidad de máquina alguna: por la cara ("Bankia dice que ya advirtió a los inversores de que lo podían perder todo", ¡hace falta valor!). De ahí que no pocos hayan interpretado los gestos de Guidos y GoiriGOLFARRI no como un hábil truco de magia, sino como el gesto de quien advierte a la prensa gráfica que van a ser víctimas -y el resto de la ciudadanía con ellos- de un atraco
in situ. ¡Manos arriba!
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