miércoles, 2 de mayo de 2012

Correspondencias #2

Ya advertía el inefable e irrepetible cantor Ezra Pound que cualquier idiota podía rastrear paralelos entre el Ulises de Joyce y la Odisea homérica. Para muestra un botón, el siguiente ejercicio de corta y pega con imagen alusiva. Traducciones de José Alsina y de José María Valverde, respectivamente: 


Mientras ellos seguían charlando de cosas como éstas,
levantó la cabeza y orejas un perro allí echado,
Argos, can de Odiseo magnánimo, que él hubo criado,
mas del cual no gozó, pues partió para Troya sagrada.
Con frecuencia los jóvenes, antes, consigo llevábanlo
a correr a las cabras monteses, la liebre o el ciervo;
y ahora yacía olvidado, en ausencia del amo
sobre el fiemo de mulos y bueyes, que junto a la puerta
hacinaban hasta que los siervos de Odiseo divino
recogíanlo para abonar los anchísimos campos:
lleno de garrapatas estaba allí Argos, el perro.
A Odiseo advirtió el perro en quien hacia él se acercaba
y, al mirarlo, moviendo la cola, bajó las orejas,
pero ya carecía de fuerzas para ir a su encuentro;
y él, al verlo, volvió la cabeza y secóse una lágrima,
que logró fácilmente ocultar al porquero, a quien dijo:

- De admirar es, Eumeo, este perro tumbado en el fiemo. 
Es de raza excelente, mas no puede verse si ha sido 
un veloz corredor, a pesar de la estampa que tiene, 
o si es como esos perros que alguno mantiene en su mesa 
y conserva lucidos tan sólo por darse ese lujo.

Y tú entonces, Eumeo, el porquero, así le dijiste: 

- Es el perro del héroe que lejos murió de nosotros. 
Y si tú hubieses visto lo bello y activo que él era, 
cuando aquí lo dejó, al embarcar para Troya, Odiseo, 
pronto su ligereza y vigor te dajaran atónito. 
Fiera que él levantase en lo más intrincado del bosque 
no podía escapar porque siempre acertaba su rastro. 
Mas le abruman los males; ha muerto su dueño muy lejos 
de la patria, y las mozas, dejadas, ya no se lo cuidan. 
Porque los servidores, en cuanto no mandan los amos, 
ya no quieren hacer los trabajos que son de justicia; 
la mitad del valor que los hombres alcanzan la quita 
Zeus el longividente ese día en que caen como esclavos. 

Así dijo, y entró luego al punto en la cómoda casa 
y en seguida en la sala de los pretendientes ilustres. 
Y una parca de muerte quedóse con Argos, 
cuando vino nuevamente a Odiseo veinte años más tarde.


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Así que fuimos a parar a la taberna de Barney Kiernan y allí por supuesto que estaba el Ciudadano en el rincón, metido en conversación con él mismo y con su jodido chucho sarnoso, Garryowen, y esperando a que le lloviera del cielo algo de beber.
-Ahí está -digo yo-, en su agujero, con su jarro y su cargamento de papeles, trabajando por la causa.
El jodido chucho echó un gruñido como para poner carne de gallina. Sería una obra de misericordia corporal si alguien le quitase la vida a ese podrido perro. Me han asegurado que se le comió una buena parte de los calzones a un guardia de Santry que había venido una vez con un papel azul por una licencia.

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