a diario, camino de la oficina, con prisas y a veces sueño, no otro se muestra a mi mente como único autorretrato posible: yo -cuanto queda de mí-, sentado en cualquiera de las cafeterías que surgen a mi paso, a salvo de esperas y demoras, reducido solamente a la pura mirada...
...dejándome brizar por el aroma del café retenido en sorbos leves, por la música de cámara de confidencias, carraspeos y silencios; sintiendo cómo se disuelven los minutos con cada giro de la cucharilla, cómo regresa a la piel el calor de tantas otras cafeterías de plazoletas, estaciones, avenidas o mercados.
viejas fotografías con señores de porte severo, bohemios en su ajenjo, obreros de gorra y carajillo decoran las paredes artificialmente envejecidas. son la esencia en sepia de un tiempo moroso, hoy postergado por el colorista ir y venir de gente urgente y solitaria, ansiosa por hacer un alto de sí misma. por mi parte, me complace la funcional e impersonal pulcritud del local, como antaño celebré la atmósfera cargada, el soniquete de las tragaperras o el cúmulo subterráneo de colillas, mugre y servilletas zig-zag.
el ronquido de la cafetera me retorna a la claridad angular e inexpresiva de la mañana. apuro el último trago, me pongo el abrigo y mientras preparo las monedas, acaece el prodigio por el que la taza, sin causa racional aparente, se ofrece a mis sentidos nuevamente rebosante de cremoso y humeante café.
sí, a diario, camino del trabajo, no otro se repite en mi mente como único autorretrato posible.
Los neoyorquinos, poco dados al romanticismo, cierto es, han abortado la tentación de la ensoñación adquiriendo el café para llevar en vasos de cartón cubiertos con tapas de plástico en la que un orificio permite beberlo mientras se camina por la calle o se aguarda la llegada del metro.
ResponderEliminarAsí es que, por si acaso, cultivemos y regodeémonos en las evocaciones y ensoñaciones cafeteras mientras podamos.
Un saludo cordial
Esta obsesión por aprovechar el tiempo, paradójicamente, nos lo está quitando. Frente a un café, en casa o mejor aún en un establecimiento público, uno recupera la sensación de que el tiempo vuelve a estar de su parte. Un cordial saludo.
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