viernes, 5 de octubre de 2012

5 de octubre de 1962

Huir a París y permanecer en la habitación dejando caer las horas, revolviendo el techo con la mirada. Implacabilidad mortecina del blanco, de la sombra, del resquicio de luz forzando la melancolía de la distancia. Taciturnos círculos revoloteando en espirales de humo, acariciando en dudoso equilibrio crepuscular la piel reseca del cenicero. Hundirse una y otra vez en el espejo del cuarto de baño. ¿Cómo escabullirse de la propia mente? ¿Cómo asaltar la verja de la propia mentira? ¿Qué más te queda por hacer aquí, donde 4 días más, y serán 22, la cuesta abajo?

Demasiado joven para perder, demasiado viejo para escoger. Detenido por la vida, puesto a disposición judicial del fracaso. Volver aquí a revivir los disparatados días pasados con Paul ha sido una insensatez. Como también lo fue aquella violenta y estúpida discusión de un par de semanas atrás. 15 minutos de furia (primero Brian, incapaz de introduciros en compañía discográfica alguna; luego los demás, finalmente Paul y tu propia Rickenbacker: mover ficha y quedarse solo en, ante el tablero), y toda una madurez para auscultar la frenética maquinaria de los caballos del alma: el pulso se acelera, la frente estalla, el firmamento entero se desmorona y corre en canalillo bordillo abajo, besando las bocas de las insomnes alcantarillas de esta ciudad alucinada...


Balance después de veinte días: dos o tres versos, ni una sola pincelada, un par de bocetos y un puñado de francos y botellas vacías para saciar la memoria. Porque ahora sabes que por más cuero y pantalones de pata de elefante que vistas, más pose bohemia o existencialista que finjas, más kilómetros que hagas, libros que leas o cervecerías que cierres, los campos de fresas nunca se moverán de la jodida Reeperbahn, allí donde aprendiste a odiar tu rock and roll. Y nunca alcanzarás a saldar esa deuda.

Un tiempo para vivir y un tiempo para soñar. Pero si la vida es sueño o estamos hechos de su escurridiza materia, alguien debería correr el nudo al estúpido borracho que esta mañana te ha despertado del tuyo: acrobática visión en la que de un sólo salto te plantabas frente a la reina rodeado de una turba de furias adolescentes, tocando sobre un tejado disfrazado de húsar ante millones de espectadores, mientras afirmabas ser más popular que Jesús, aunque no eras sino otro espejismo con el número nueve entre los dedos, presto a, una vez despedido del tiovivo, morir acribillado por tu propio payaso saliendo de la chistera de una noche de invierno neoyorquino.

Viernes 5 de octubre de 1962. Quizá un día como otro cualquiera. O tal vez no. Momento, quién sabe, de levantar el culo de las sábanas y, tras empaquetar toda tu arrogancia y orgullo, volver a Liverpool para pedir perdón. Para tirar por enésima vez los dados y darle al sueño alcance.

*  *  *

Disculpadnos, hoy que se celebra el quincuagésimo aniversario de la edición del primer disco de The Beatles, Love me do, que en la estela del perspicaz artículo "Imagina un mundo sin Beatles", de Diego A. Manrique, os hayamos propuesto esta extravagante especulación pasado-fictiva centrada en las circunstancias del posible lugar y ánimo con el que un joven John Lennon hubiera podido enfrentar aquel 5 de octubre de 1962, si no se hubieran dado todo ese cúmulo de circunstancias favorables que menciona Manrique, y que finalmente hicieron posible que la jornada de hoy pueda ser considerada como el día cero de la beatlemanía.

Claro que, tal como nos comentaba hoy Dosto, ¿qué sería de la vida sin la irresponsable participación del azar? Él mismo sonreía para sus adentros cuando recordaba cuán mucho había habido de casual en el hecho para él más trascendente de su existencia, al menos en el plano que afecta a la percepción de la misma: el descubrimiento, escucha y nutriente absorción de Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band.

La génesis del episodio tiene mucho de retrato generacional. Pequeño pueblo costero, Navidades de 1980, recién asesinado Lennon. S., el hermano pequeño de Dosto, en aquellos días poco menos que un preadolescente, descubre en un soporte para casetes de una tienda de electrodomésticos, perdida entre las propuestas habituales de aquel tiempo (canción ligera, copla, versiones infames de grandes éxitos), una verdadera alhaja a precio de baratija: Sgt, Pepper's. Una vez avisado el incrédulo primogénito ("No puede ser el original"), y comprobada la veracidad de la información, a primera hora de la tarde vacían sus huchas y adquieren el preciado tesoro. Según Dosto, aquel momento de su existencia solo es comparable en trascendencia a la performance equina que reformateara a Saulo convirtiéndolo en Pablo.

No en vano, aquella explosión de sagaz creatividad, de imaginación desbordante y desinhibida, de música devenida insurrección cromática, nos introducía en el capítulo definitivo de la mítica popular del siglo XX, descubriendo a nuestras mentes un horizonte comparable en rebeldía y capacidad de transformación de las ideas y de los modos de conocimiento, a la experiencia de los románticos, los simbolistas o los surrealistas, es decir, a la de todos quienes habían hurgado con la escritura y la mirada en la cicatriz abierta de la realidad última. Cuestión que tal vez escapara a algunos de sus temas más comerciales (no hay nada peor, en el caso de The Beatles, que acceder a su obra a través de una recopilación de éxitos), pero que impregnaba genuinas piezas maestras como "A Day in the Life" (de la que ya tuvimos ocasión de realizar una exitosa cover en esta misma bitácora), "Tomorrow Never Knows", "Strawberry Fields Forever", "I Am the Walrus" o "Come Together", siendo asimismo perceptible detrás del fascinante lirismo de "Eleanor Rigby", de la lucidez de "Nowhere Man" o "The Fool on the Hill", o la cruda fiereza de "Yer Blues" o "Helter Skelter". Y todo ello sin olvidar el verdadero compendio de sentimientos y emociones visible en sus canciones, que, más allá de toda la casuística amorosa (desde la tonalidad jubilosa de "I Want to Hold Your Hand" a la macarra de "Run for Your Life", la fúnebre de "Baby's in Black" o la obsesiva de "I Want You"), engloba desde lo más festivo ("Yellow Submarine") hasta lo más sardónico, deprimente o airado (respectivamente, "Baby, You're a Rich Man", "I'm So Tired", "Piggies").
Por otra parte, la revelación, con los años y la ingente bibliografía aparecida, de la frágil humanidad del mito, de sus miedos, mezquindades y cotidianas miserias, no hizo sino engrandecerlo a la mirada, convirtiéndolo en aquel amigo silencioso que, a la manera de Paul animando a Jude, se empecinaba en acompañarnos con su canción en los momentos de más íntima y honda melancolía.


Por otra parte, si hoy es viernes, esto es (si mal no recordamos, por primera vez en tal día) ALGO MÁS QUE RUIDO en su enésimo una edición, obviamente dedicada a The Beatles. Para esta semana hemos decidido tirar la casa por la ventana y obsequiaros cada día a partir de mañana con la captura del vídeo de un tema de los liverpulinos a nuestro parecer representativo de su evolución musical, pero nunca aparecido en recopilación alguna. Nos referimos a títulos como "There's a place" ("o lo que es lo mismo, una canción de tema amoroso que parece abrirnos la puerta al abigarrado mundo mental de Lennon); "I'm a loser" (primer mojón del creciente influjo que la música de Dylan iba a tener en el grupo, con una letra que parece anticipar la urgente petición de "Help!"); "She Said She Said" (demos y versión Revolver ) (que, más allá de su vigoroso y fascinante juego de guitarras, nos adelanta la primera mención rockera al mal viaje -todavía quedaban unas cuantas estaciones para "Cold Turkey"-, y al mundo de la infancia perdida de Lennon -luego explotado en "Strawberry Fields..." o, desde una vertiente psicoanalítica, en el fantástico Plastic Ono Band-); "Fixing a Hole", versión Macca (McCartney sobrevolando los límites de la percepción, buscando sus propios agujeros lejos del Albert Hall); "Long, long, long" (otra canción de amor, esta vez de Harrison, que, sin embargo, instrumentalmente apunta a la plenitud del vacío, a la nada); y "You Never Give Me Your Money" (medley representativo de la arquitectura de la segunda cara del célebre Abbey Road, que es al mismo tiempo crónica de los sentimientos de McCartney alrededor de la cada vez más inevitable separación de la banda, y retrato de los sueños e ilusiones de aquella generación), tema del que a modo de traca final os ofrecemos una impresionante outtake. SATISFACTION GUARANTEED.

P.D.: Muchas felicidades también para ti, Santi (porque The Beatles no son los únicos que cumplen años hoy). Y, por supuesto, para ti, 007, espía crápula entre los crápulas con licencia para matar.

P.D.2: Por supuesto, ni en un día jubiloso como el de hoy, bajamos la guardia ante los reptiles que vosotros y yo sabemos. Para los que todavía dudan del poder y la eficacia de los discursos ideológicos, y en particular (desgraciadamente) de los del enemigo, resulta muy recomendable la lectura del siguiente artículo de Milagros Pérez Oliva, aparecido ayer en El País: http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/10/04/actualidad/1349374997_487382.html

4 comentarios:

  1. Excelente, Maese Nadie. Una de sus entradas más intensas, más lúcidas, más emocionantes. Gracias, de verdad.

    (Felicite de mi parte a su hermano Santi. Y que cumpla muchos más).

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  2. Recordar el día de Sgt. Peppers ha sido emocionante, un regalo perfecto en el día de hoy, gracias.
    Y gracias tambien a M.T.

    Santi

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  3. Muchas gracias a ambos. Por muchos motivos, ha sido una de las entradas más emocionantes y al mismo tiempo de más difícil realización de todas las de la bitácora. Un abrazo.

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  4. Maese Nadie, ya que seguimos de aniversario, y todos los santos tienen novena, hágame usted el favor de fantasear sobre qué habría pasado con los Beatles si hubieran podido envejecer juntos.

    Venga va, porfaplís.

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