domingo, 29 de abril de 2012

Homenaje a Konstantino Kavafis, en el día de su nacimiento y de su muerte


Ten siempre a Ítaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta.
Mas no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años;

¡Cuántos nos debemos haber sentido en algún instante sacudidos por la lectura de los versos anteriores, pertenecientes como bien sabréis a "Ítaca", la más célebre composición de Konstantino Kavafis!
¿Dónde radica el secreto de la universalidad de sus palabras? ¿Tal vez en la paradoja que se erige entre su marcada sencillez y la profundidad de su mensaje? ¿O quizá en su naturaleza interrogativa y especular? Porque ¿cómo no verse reflejado en unos versos, en los que el poeta alejandrino, tras evocar las travesías de Nadie y de los mercaderes helenos de la Antigüedad, tantea en la emoción compartida y nos revela el enigma de nuestra propia aventura, invitándonos a hacer del tiempo nuestro aliado?

Extraño tiempo el de Kavafis, tiempo tridimensional, en el que las decadencias de una época, de una ciudad -Alejandría-, de una cultura -la helénica- y de uno mismo se reúnen en extraña confabulación alrededor del café, del lecho y del espejo, en definitiva: del poema. Impenetrable pero clarividente tiempo este, en el que, de los propios desconchados, surgen con indocilidad las semillas del renacer y la memoria.
Y dentro de este compromiso con su tiempo, su cultura y la vida, merecen capítulo aparte aquellos versos en los que la experiencia sexual es vivida con voluptuosidad oblicua y descarnada, y la belleza de los cuerpos jóvenes como única verdad. En los pliegues de estos poemas, recorridos con la voraz torpeza con que se recorren las sábanas de anoche en el nuevo amanecer, donde el poeta oficia el inequívoco roto de la fingida redención.

Esta misma tarde de este día falsamente lluvioso, propenso para la confesión elegíaca, Penélope rememoraba el instante de su descubrimiento del poeta. Para ella, pocos como Kavafis -tal vez con la otra excepción de uno de "sus hijos", Cernuda-, han sido capaces de tender a través de sus versos, el inestable y pasajero puente entre la realidad y el deseo; un puente que en su vibración pura agita nuestro interior y nos revela el verdadero hálito, la verdadera materia -hecha de tiempo y anhelo- de nuestro existir.

Os dejo tres de los más bellos poemas de Kavafis, en traducción de José María Álvarez. Versos surgidos de la encrucijada, de la apuesta existencial, en los que la ironía se revela preciso instrumento para intentar aprehender, siquiera por un leve aliento, el gran misterio de nuestro impulso vital.

CHE FECE... IL GRAN RIFIUTO
A cada uno le llega el día
de pronunciar el gran Sí o el gran

No. Quien dispuesto lo lleva
Sí manifiesta, y diciéndolo
progresa en el camino de la estima y la seguridad.

El que rehúsa no se arrepiente. Si de nuevo lo interrogasen
diría no de nuevo. Pero ese
no -legítimo- lo arruina para siempre.

RECUERDA, CUERPO...
Cuerpo, recuerda no sólo cuánto fuiste amado,
no solamente en qué lechos estuviste,
sino también aquellos deseos de ti
que en los ojos brillaron
y temblaron en las voces -y que hicieron
vanos los obstáculos del destino.
Ahora que todos ellos son cosa del pasado
casi parece como si hubieras satisfecho

aquellos deseos -cómo ardían,
recuerda, en los ojos que te contemplaban;
cómo temblaron por ti, en las voces, recuerda, cuerpo.


LO OCULTO
Nunca descubrirán quién fui
en lo que hice o he dicho.
Algo ahí tergiversa
los hechos de mi vida, sus fines.
Algo que me detenía muchas veces
cuando iba a hablar.
Sólo en mis hechos más oscuros
y en mis escritos secretos;
sólo en ellos puede comprendérseme.
Quizá de todas formas no merezca la pena
tal cuidado, tal esfuerzo en ocultarme.
Cuando el tiempo pase, en una sociedad mejor,
habrá seguramente personas creadas como yo
y actuarán libremente.

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