Leyendo al azar en las Obras Completas de Oscar Wilde (Aguilar), me encontré con esta perla, perfecta muestra de su fino estilete irónico, ya desde su hamletiano título original: "To read or not to read".
Los libros pueden ser muy cómodamente divididos en tres clases:
1ª Los libros que hay que leer, como las Cartas, de Cicerón; Suetonio; las Vidas de los pintores, de Vasari; la Autobiografía de Benvenuto Cellini; sir John Mandeville, Marco Polo, las Memorias de Saint-Simon, Mommsen y (hasta que tengamos otra mejor) la Historia de Grecia, por Grote.
2ª. Los libros que hay que releer, como Platón y Keats en la esfera de la poesía, los maestros y no los artesanos en la esfera de la filosofía, los videntes y no los sabios.
3ª. Los libros que no hay que leer nunca, como las Estaciones, de Thomson; todos los Santos Padres, excepto San Agustín; todo John Stuart Mill, excepto el Ensayo sobre la libertad; todo el teatro de Voltaire, sin excepción alguna; la Inglaterra, de Hume; todos los libros de argumentación y todos aquellos en que se intenta probar algo.
La tercera clase es, con mucho, la más importante. Decir a la gente lo que debe leer es generalmente inútil o perjudicial, porque la apreciación de la literatura es cuestión de temperamento y no de enseñanza. No existe ningún manual del aprendiz de Parnaso, y nada de lo que se puede aprender por medio de la enseñanza vale la pena aprenderse. Pero decir a las gentes lo que no deben leer es cosa muy distinta, y me atrevo a recomendar este tema a la Comisión del proyecto de ampliación universitaria.
Realmente, es una de las necesidades que se dejan sentir, sobre todo en este siglo en que vivimos, en un siglo en que se lee tanto, que ya no tiene uno tiempo de admirar, y en que se escribe tanto, que ya no tiene uno tiempo de pensar. Quien escoja en el caos de nuestros modernos programas los Cien peores libros y publique la lista de ellos, hará un verdadero y eterno favor a las generaciones futuras.
Aparte de estar de acuerdo con el maestro Wilde, especialmente en lo tocante a los videntes en la poesía, se me ocurre que, si no tenéis nada mejor que hacer hoy, podríamos entre unos y otras completar esa lista que, con vuestro permiso, iniciaré yo mismo sin gran alarde imaginativo. Así, en ella, pondría en primer lugar cualquiera de las biografías sobre nuestros ases del balón (y especialmente las de cuño hagiográfico o amarillista) que, con perversa perseverancia, infestan para nuestro infortunio los escaparates de las librerías.
Versión original en inglés:
Books, I fancy, may be conveniently divided into three classes:1. Books to read, such as Cicero’s Letters, Suetonius, Vasari’s Lives of the Painters, the Autobiography of Benvenuto Cellini, Sir John Mandeville, Marco Polo, St. Simon’s Memoirs, Mommsen, and (till we get a better one) Grote’s History of Greece.
2. Books to re-read, such as Plato and Keats: in the sphere of poetry, the masters not the minstrels; in the sphere of philosophy, the seers not the savants.
3. Books not to read at all, such as Thomson’s Seasons, Rogers’s Italy, Paley’s Evidences, all the Fathers except St. Augustine, all John Stuart Mill except the essay on Liberty, all Voltaire’s plays without any exception, Butler’s Analogy, Grant’s Aristotle, Hume’s England, Lewes’s History of Philosophy, all argumentative books and all books that try to prove anything.
The third class is by far the most important. To tell people what to read is, as a rule, either useless or harmful; for, the appreciation of literature is a question of temperament not of teaching; to Parnassus there is no primer and nothing that one can learn is ever worth learning. But to tell people what not to read is a very different matter, and I venture to recommend it as a mission to the University Extension Scheme.
Indeed, it is one that is eminently needed in this age of ours, an age that reads so much, that it has no time to admire, and writes so much, that it has no time to think. Whoever will select out of the chaos of our modern curricula 'The Worst Hundred Books', and publish a list of the, will confer on the rising generation a real and lasting benefit.
Excelente entrada, Maese Nadie. Permítame que lo consulte con la almohada y mañana le propongo algún título para no leer.
ResponderEliminarDesde luego, entre las no lecturas, ninguna de Wilde, un autor delicioso incluso en sus obras menores.
Mmmm... jamás propondría un libro para no leer... hay que conocerlo todo, aunque sea para aprender a distinguir lo bueno de lo malo...
ResponderEliminarBesitos.
Laura
El escrutinio en la biblioteca de don Quijote, ¿plantea la necesidad de censura por motivos críticos?
ResponderEliminarEn la modesta opinión del autor responsable de la entrada, todo el "Quijote" plantea la necesidad de mantener una postura crítica no sólo ante la literatura sino ante la propia realidad, empezando por nosotros mismos.
EliminarSí, sí, pero no eludas el palabro "censura".
EliminarPropongo para no leer:
ResponderEliminar- El DOGC, el BOE (y sucedáneos), así como toda la prosa administrativa apolillada y terriblemente tediosa de los tochos legislativos, opositales y etcéteras.
- Las páginas amarillas, las blancas y las del resto de colores (que también las hubo azules).
- Los programas de los partidos políticos (son aburridísimos y encima, si llegan al poder, no tardan ni cinco minutos en incumplirlos de cabo a rabo).
- El Capital, de Marx (ni los marxistas más radicales se lo han leído, vengahombrepordios!!!); para Marx el otro, el divertido, Groucho: de este, las Obras Completas, vamos... ¡¡hasta la lista de la compra!!
- Los prospectos de las recetas médicas. Total, los efectos secundarios acaban siendo contradictorios: un analgésico produce dolor de cabeza, un antidepresivo insomnio y somnolencia a la vez... en fin...
- Todo lo perpetrado por Jiménez Losantos e individuos de similar ralea.
(si se me ocurren más luego sigo)
Hombreeeeeeeeeeeeeeeeeeeee... Un poco de criterio, por Dior. Que hasta para ser censor hay que haberse leído el libro antes.
EliminarTatebravida, lo dice Vuesa Merced por don Carlos o por don Federico...? (don Federico, que si decimos Federico así, a secas, ya sabemos todos a quién nos estamos refiriendo)
EliminarSi es por don Carlos, touchée.
Si es por el otro... mujé, no me he leído sus OOCC, vale, pero... ¿sabía usted que don FJL, de joven, cuando iba de rojo por la vida, llegó a prologar los ensayos de Azaña? (a saber qué le dieron a fumar después para que haya acabado de esta manera, en fin)
Recomendaría, la película del origen y no recomendaría ver películas de comedia colombiana
ResponderEliminar