la vida és un somni envoltat de malsons.
febrícula, carraspera, sequedad bucal, congestión nasal, sopor... y La vida lenta, de Josep Pla, que retomo con interés redoblado. dos horas desde el positivo en el test de antígenos y la baja para cuatro días, una tomadura de pelo. rueda pendiente abajo la tarde de un jueves de piel cenicienta. cena frugal, tan solo un bocado antes de adentrarme en la bocacalle del sueño.
viernes. noche intranquila, con pesadillas vívidas que, aunque exentas de angustia, me obligan a hidratarme como nunca. una vez levantado, maldigo el inesperado corte en el suministro del agua. mientras me sirvo el desayuno, hoy extrañamente desabrido -el zumo de naranja, una traición-, el martillo mecánico rompe la mañana. flojedad muscular y mental. sin ganas de nada, subo a la mansarda y me desplomo sobre el sillón. a través del tragaluz, contemplo el cielo claro, fraternal, irresistible, y resoplo. ¿de dónde surgen las fuerzas para afrontar el diario consumirse en la nada? entorpecido para una mínima representación mental de los paisajes, personajes y adjetivos ofrecidos por Pla, cierro el libro y pergeño en el móvil unas notas sueltas, el diario de un don nadie más reventado que enfermo.