jueves, 9 de junio de 2022

la vida lenta

la vida és un somni envoltat de malsons.

febrícula, carraspera, sequedad bucal, congestión nasalsopor... y La vida lenta, de Josep Pla, que retomo con interés redoblado. dos horas desde el positivo en el test de antígenos y la baja para cuatro días, una tomadura de pelo. rueda pendiente abajo la tarde de un jueves de piel cenicienta. cena frugal, tan solo un bocado antes de adentrarme en la bocacalle del sueño.

viernes. noche intranquila, con pesadillas vívidas que, aunque exentas de angustia, me obligan a hidratarme como nunca. una vez levantado, maldigo el inesperado corte en el suministro del agua. mientras me sirvo el desayuno, hoy extrañamente desabrido -el zumo de naranja, una traición-, el martillo mecánico rompe la mañanaflojedad muscular y mental. sin ganas de nada, subo a la mansarda y me desplomo sobre el sillón. a través del tragaluz, contemplo el cielo claro, fraternal, irresistible, y resoplo. ¿de dónde surgen las fuerzas para afrontar el diario consumirse en la nada? entorpecido para una mínima representación mental de los paisajes, personajes y adjetivos ofrecidos por Pla, cierro el libro y pergeño en el móvil unas notas sueltas, el diario de un don nadie más reventado que enfermo.

con el cuerpo cada vez más ajeno, y arrepentido de no haberme encamado, decido recargar las pilas en horario europeo. pasta con tomate y pollo a la plancha. en 15 días llegaré a los 55, otro maldito número redondo de los que obligan a hacer balance. al menos ha vuelto el agua. a medio comer, me llega al móvil el emilio de un concurso literario anunciando la publicación de uno de mis relatos. no estoy para celebraciones, así que prosigo con Pla y su bestiario de allegados, gentes de la cultura, empresarios, fuerzas vivas y demás homenots, evitando con acierto la amenaza de las salpicaduras de la pitanza.

me sorprende ese autorretrato del Pla de mediados de los 50 como borrachuzo descuadernado atrapado en un laberinto literario, asqueado de un régimen al que había servido en la guerra. una vida sórdida -al parecer-, apenas aliviada por los viajes al extranjero que nutrían sus crónicas para Destino. su nocturno ir y venir del mas a la tertulia de Palafrugell por la carretera o el camino del cementerio -a veces bajo una lluvia torrencial-, me devuelve las tonalidades y ritmos experimentados en las caminatas desde la plaça Nova y su deliciosa algazara, hasta Calella, Tamariu o Llofriu, por senderos que discurren entre florecidos campos de colza, pinedas o alcornocales. la vida lenta, apenas entrevista: memoria, reflexión, emoción. ¿para cuándo un alto en el camino, en la constante aceleración? nos creemos tan importantes...

amarás, honrarás, santificarás tu trabajo sobre todas las cosas. me cansa leer, me agota escribir. vuelvo a la cama tras tomarme la temperatura. me desconcierta la alteración en mis horarios de sueño. pesadez de globos oculares, inusual estreñimiento y reaparición de la lumbalgia caprichosa de las últimas semanas. si esto es ser viejo, seré uno de muy malo, amargado y cínico, con la eterna añoranza de la primavera. cuando N vuelve de la escuela, recojo su ofrecimiento. me alejo de la cocina y me dejo cuidar. se apaga el día. infusión con jengibre y paracetamol antes de acostarme. emotivo audio de las nenas cantándome las nanas con que las acunaba de pequeñas.

sábado. una migraña salvaje me asalta a las 3 de la mañana. pese a su intensidad, no es un dolor que sienta mío, quizá lo esté soñando. abro los ojos, hago palanca y logro resquebrajar su coraza, conca de un corro de ménades aullando y danzando sobre mis despojos de helenista apolíneo. miraje de una caracola sustraída al vínico oleaje. soplo y soplo en su boca hasta que expele a la argiva Helena, quien liberada así de su belleza, remonta en cueros las nubes cual Margarita de Bulgákov. Sigmund, André, decidme, ¿cuánto de mí se agazapa tras estas imágenes? ¿qué -o quién- une las piezas, creando el espejismo de la fidelidad para con uno mismo?

pasan de las 8 una vez me levanto. voz de cazalla, vocales atenazadas por la mucosidad. sensación de día perdido, de falta de control. ventilo la habitación y tomo una ducha. purificación, catarsis. me vengo arriba por momentos y vuelvo a las andadas, a la malsana costumbre de repasar la prensa con el desayuno. desaparecido el virus de las primeras planas con los primeros bombardeos sobre Ucrania, el horror de la guerra o el tradicional toma y daca efectista-cortoplacista de la política nacional se postulan para amargarme el día y alimentar mi impotencia. menos mal que de artículo en artículo topo con esa novela negra real como la vida misma que protagonizaran Pepe el de la Criolla, el capità Collons y el faísta Justo Bueno, antesala para una posterior indagación en la historia del Chino de los 30, que alumbrara el Diario de un ladrón de Genet. 

somos cuanto nos ilusiona y apasiona y, aun así, dejamos por leer, libros de anhelos que acumulan polvo en los estantes del olvido. vuelvo la vista atrás y toda mi vida me parece literatura, escrita siempre por otros. "obsessió eròtica" leo una y otra vez en Pla sin sentirme concernido, como tampoco me tocara en su día la pornografía descarnada del Delta de Venus de Anaïs Nin, apenas un espectro frente a la descripción en su diario del encuentro con June, luminosa expresión de la herida con que se revela el deseo erótico. cabeceo con el libro abierto. La vida lenta pierde interés. este Pla sobrio de 1964, inmerso en la finalización de El quadern grissu obra maestra, me resulta anodino una vez pulsado el crápula. la misma escritura se hace arisca, reseca, repetitiva, con su cortejo de visitantes llegándose al mas para conversar o recorrer la comarca con el escritor en los albores del turismo de masas.

seducción del horizonte, simulacro del más esponjoso de los vacíos. ¿cuántas posibilidades tenemos de acertar en el centro de la diana con los ojos vendados? después del temprano almuerzo, salimos a la terraza. extasiados, apenas conversamos, bañados por una luz que con las horas se irá ensombreciendo. una nueva avería, esta vez del gas, complica el paso al público en el inicio de las fiestas patronales. a las 5, en medio de un creciente bullicio, arrancan flabiols y tamborins. la llovizna asoma la patita por la claraboya. al poco, arrecia. vuelve la calentura. tras la cena, el inoportuno wasap de un compañero de trabajo me devuelve a las preocupaciones cotidianas y al purgatorio del insomnio.

domingo. desvelado a las 6 de la mañana, sin ganas de desayunar, me he obligado a dormir para aliviar una leve cefalea. ¿quiénes somos en realidad? ¿una cita con un qué, con un cuándo? ¿cómo pudo Anaïs no perderse en el reflejo de los espejos cóncavos y convexos de tantos amantes? bajo el tragaluz, evolucionan las motas de polvo en la galaxia del aire, a veces incluso parecen unirse siquiera por un instante, bendecidas por la soledad incólume, limpia de rumores, de esta hora primera. el mareo estomacal que comenzara al atardecer -¿abuso de paracetamol?- se torna más compacto y estadizo. abatimiento. descarto salir a la calle. incapaz de concentrarme en las 20 últimas páginas del libro, sin ganas de seguir vomitando ideas en el móvil, escucho a Lester Young y juego a la oca con la prensa: artículos de opinión, nuevo batacazo del Atleti y una entrevista a Ken Loach. leyéndola, en este Primero de Mayo más playero que reivindicativo, pienso en las palabras de W. Buffet ("there's class welfare, all right, but it's my class, the rich class, that's making war, and we're winning") y en la posibilidad de que esta involución en las condiciones de la clase obrera haya hecho de los sufridos personajes de la lejana Riff-Raff poco menos que unos "privilegiados" en comparación con los de las más recientes cintas del cineasta. festivo más perro de lo habitual, una vez finalizado el libro, pongo también punto final a estas notas, con ánimo de seguir profundizando en el universo de diarios, dietarios y carnets, pero sin partir de mi propia existencia.

la vida lenta, apenas entrevista...

2 comentarios:

  1. Le iba a desear un pleno y pronto restablecimiento, aunque a juzgar por el efecto musa que el malestar parece haberle provocado -sí, ya sé que han pasado unas cuantas semanas de ello- casi le desearía que no tenga prisa.

    Me quedo con el interrogante: ¿de dónde surgen las fuerzas para afrontar el diario consumirse en la nada?

    Un cordial saludo

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    1. Sí, la verdad es que la musa apareció cuando menos la esperaba y más perdido estaba, fruto de la azarosa y feliz conjunción de la lectura que tenía entre manos, el recuerdo de las vacaciones recientes y el parón por enfermedad. Ojalá supiera yo también de dónde sacamos las fuerzas. Quizá entonces las intentaría dirigir hacia otros menesteres mucho más loables. Un cordial saludo.

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