"-¿Te has dormido, Penélope, y tienes tal pena en el ánimo?
Sabe, pues, que los dioses que viven dichosos no quieren
que solloces ni penes..."
"Y del sueño la hija de Icario
despertó, y se sintió el corazón renacer de esperanza
porque claro le fue entre las sombras nocturnas el sueño."
El viento en Ítaca
ResponderEliminarSentada ante su bastidor, ella fue dueña
del lentamente desastroso Imperio de los días.
Sus manos la pesada tarea asumieron
y una constancia más fuerte que el cansancio
junto a ella se sentó.
(Frente a la terquedad de su dedos fabriles
el mar entonces fue sólo una gota mesurable
y el horizonte un mirador en torno a Ítaca.)
Un viento de regreso silbó una madrugada:
despertar fue asomarse a un campo de batalla asolado.
La luz fue descubriendo la figura sentada
que acariciaba compasivamente la tela dactilar,
su patrimonio de trabajo y de horas,
sus madejas de canas.
(Una costumbre de quietud
y una tristeza como un perro a sus pies
la rodearon de silencio.)
Lejos resonaba la voz, la voz de Ulysses.
Frente a su bastidor, desesperadamente,
ella intentaba recordar un nombre,
sólo un nombre:
el que gritaba Ulysses por las calles de Ítaca.
Francisca Aguirre
Gracias por darme a conocer este y tantos otros poemas, M. T., un hermoso regalo.
EliminarHermosos ojos los de Penélope, sin duda.
ResponderEliminarPara hermosos ojos, los de E. y A., María.
Eliminar(Penélope)