Lo cierto es que el inicio de la conversación fue de antología, con un impresionante despliegue de sesudas argumentaciones alrededor de la Liga, la Lega y la Premier en las cuatro últimas décadas, dejando los matices para puntuales pero impactantes apuntes sobre fútbol "argento". Claro que, conforme el vino espesaba nuestros respectivos aparatos circulatorios, las tesis y los impactos dieron fueron cediendo terreno al mucho más entrañable campo del anecdotario vario: Alfredo di Stefano llevando la pelota de punta a punta del campo con 35 tacos en sus botas en su quinta final europea; aquel otro inolvidable jugador blaugrana del equipo de las "cinc copes", excelente goleador como mujeriego y borrachín, y al que siempre empujaban hacia la ducha -por supuesto, con agua gélida- para que pudiera saltar al campo en condiciones. Por su parte, Martín nos explicó un caso parecido al de don Alfredo, pero de un vecino suyo de ¡ochenta tacos! Fue justo antes de que nos arrastrara a los infiernos de la melancolía y la nostalgia irremediables, cuando mirando fijamente al crepúsculo sentenció que los cambios sufridos en las dos últimas décadas por el fútbol y el deporte en general habían condenado al olvido toda aquella épica de antaño para siempre jamás.
¡Pues mira que es casualidad! Justo hoy, en el suplemento cultural de El País han tenido la brillante idea de publicar un impresionante artículo, "Héroes trágicos", en el que se hace mención a algunos "malditos" del fútbol, jugadores como Abdón Porte, Garrincha, nuestro héroe favorito George Best, o técnicos como Brian Clough. Os seleccionamos un fragmento dedicado a René Houseman, jugador de Huracán, al que recordábamos como componente de aquel inolvidable plantel con el que la albiceleste se adjudicó su primera Copa del Mundo:
¿Qué decir de René Houseman? El mejor extremo derecho del fútbol argentino llegó a jugar ebrio, con Huracán, un partido contra River Plate. Apareció tambaleándose por el vestuario poco antes de iniciarse el encuentro, pero aun así le alinearon ["Cuentan que me hicieron duchar como una decena de veces... y tomar varios de litros de café", en palabras del propio jugador]. Él mismo contó, años más tarde, lo que ocurrió sobre el césped a cuatro minutos del final y con empate a cero: “Parece que fui a buscar una pelota, procedente de un pase de Russo. Avanzando de derecha a izquierda en diagonal eludí a uno, la tiré larga entre los dos defensores centrales y cuando desde el arco me salió Fillol en el mano a mano amagué, lo eludí y la crucé suavemente con la pierna derecha. Modestamente, un golazo. Dicen que me quedé tirado en el suelo, riéndome. Tras eso me hice el lesionado, pedí el cambio y me fui a dormir a mi casa. Comentan que la gente, ignorando mi estado, me despidió con el cántico tradicional: Y chupe, y chupe, y chupe, no deje de chupar, el Loco es lo más grande del fútbol nacional”.
Houseman vagabundea ahora por su barrio, flaco, pobre y simpático, en lucha permanente contra el alcohol."
Lo dicho: cigarrillos, alcohol y goles.
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