domingo, 29 de julio de 2012

Rayuela #7

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.    

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.


De vuelta al espejo, roto testigo del devenir. Su mudez te hace vacilar por un instante. Buscas su apoyo sin osar tocarlo. Y en medio de la confusión, te reencuentras con estas palabras: "Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu..." Probablemente, algunas de las "perras negras" más celebradas de Rayuela, pura inscripción del deseo en la humareda del tiempo humano. ¿Cuántas veces creíste vivir poseído por ellas? ¿Cuántas veces ofrendaron su luz a senderos y encrucijadas? ¿Cuántas las viviste o reviviste hasta sentirlas verdad revelada en tu centro? Porque fueron tuyas, Julio sólo las fingió, mientras a ti te nutrieron.

Lejanía impropia de unas palabras que hoy atruenan como legañosa sentencia. Indolente, te remueves entre las sábanas de este verano desabrido, ahíto del déjà vu mecanicista conyugal o pornográfico (desapego de lo corporal reencontrado como pieza de rompecabezas de lo cerebral). Y te dices para tus adentros que te malcriaste en la ñoñez malabar de la Maga, así como en la insatisfecha capacidad de Horacio en revolver con pasión de coleccionista en el catálogo centenario de mil vidas imposibles, perdidos en la paradoja de una pasión agitada por una luciérnaga metafísica, de la ironía atrapada en su propia fragilidad.

Delicuescente melancolía del tañido reflejado en la fría eternidad de las aguas...

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