Suena la una de la madrugada en el reloj del campanario del barrio. Noche ardiente, un tanto melalcohólica, de esas en las que la soledad se muestra huraña e indeseada, en las que la indolencia se despoja del disfraz del anhelo para entregarse a la hipocresía de la mortificación gratuita. Y mana el vino, del pigmento y el olor de la sangre, pero el συμπόσιο está en tu cabeza, los compañeros se disgregan entre el marasmo psicotrópico de los titulares de la prensa de hoy, ayer y mañana: "Rajoy reclama a sus socios que cumplan lo acordado para ayudar a España", "El presidente confirma los ajustes inminentes", "La tensión se extiende de la deuda a la bolsa", "Los bancos frenan el crédito a las comunidades autónomas", y al fin un detalle poético, o cuando menos épico, entre la hecatombe: "Alonso logra su primera 'pole' del año". Y te prometes que jamás caerás en su trampa, que tanta inmundicia abyecta no tiene por qué corromper tu vida ni la de tu gente, y te vienen a las mientes los falsos bigotes y barbas -tan falsos como ellos- que lucían hoy Aznar y Rajoy en su antihappening de la FAES, y acaece la imagen de una arcada incontenible, voluptuosa como la anarquía, y algunas frases sueltas, prestadas al subconsciente por el corpus de Morrissey: "Margaret on the guillotine", "hang the blessed DJ" o "shoplifters of the world, unite".
Cortesanas. No paro de dar vueltas en mi cabeza a este término, desde mi lectura de la elegía "The courtesan is dead, for all her subtle ways", uno de los poemas de Faulkner recogidos y traducidos por Javier Marías en una bella y cuidada edición de irresistible título: Si yo amaneciera otra vez.
Cortesanas, hetairas, geishas, damas de compañía, "rameras de calidad" según la RAE, "prostitutas refinadas" para la Wikipedia. Y releo algo que una vehemente y apasionada mujer morena me explicara, que en la Grecia antigua, las hetairas (en las que se conjugaban belleza e inteligencia) eran las únicas mujeres que recibían educación y podían participar en los simposios. Y sigo la pista (qué viciosa maravilla esto del hipervínculo) y me encuentro (¡tres hurras por la etimología!) con las pornai y los pornoboskós, las "vendidas" y sus "pastores", o lo que es lo mismo, prostitutas y proxenetas. Como también con los primeros prostíbulos, instituidos por Solón para calmar las ansias "de pobres chicos a los que la naturaleza obliga duramente, que se perderían por caminos nefastos". Y así hasta esas prostitutas cuya suela dejaba como huella el mensaje "sígueme"; los músicos y bailarinas, cuyo servicio en los simposios incluía el goce de sus "instrumentos"; o esa, a nuestros mojigatos ojos, curiosa forma de puterío, la prostitución sagrada, la practicada como ofrenda o parte de un rito religioso, especialmente extendida en culturas como la babilónica, donde los jóvenes ofrendaban su primer acto sexual a la diosa Ishtar, perdiendo la virginidad con una de sus sacerdotisas. Cosas veredes que farán fablar a Rajoy, como jamás dijera Cervantes. Aunque tampoco me hagáis demasiado caso, que es tarde y quiere llover.
LA CORTESANA HA MUERTO PESE A SU JUEGO SUTIL,
sus cadenas se han soltado en frágiles y amargas hojas;
su última y larga mirada atrás es para ver quién lamenta
la inminente noche de sus ojos vueltos.
Otra reinará suprema, ahora que ha muerto
y la fina y limpia lluvia del invierno barre su habitación,
para deleite y dolor del hombre: con viejo y nuevo resplandor
coronado su deseo, adornando su cabeza con guirnaldas.
Así el mundo, vuelto al frío y a la muerte
cuando las golondrinas vacían los dientes azules y soñolientos
y la fina lluvia ahuyenta el fantasma del soplo estival...
La cortesana que ha muerto, pese a su juego sutil...
¡La primavera vendrá¡ ¡alégrate! Pero todavía queda
una vieja aflicción, acre como el humo de madera en el aire.
(The courtesan is dead, for all her subtle ways, / Her bonds are loosed in brittle and bitter leaves; / Her last long backward look’s to see who grieves / The imminent night toward her reverted gaze. / Another will reign supreme, now she is dead / And winter’s lean clean rain sweeps out her room, / For man’s delight and anguish: with old new bloom / Crowning his desire, garlanding his head.
Thus the world, turning to cold and death / When swallows empty the blue and drowsy days / And clean rain scatters the ghost of Summer’s breath – / The courtesan that’s dead, for all her subtle ways – / Spring will come! rejoice! But still is there / An old sorrow sharp as woodsmoke on the air.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario