entropía

Iseo, por Alma Estela M.-M.

una migraña más, otro enjambre de aguijones de hielo trepando por la escala de sus sienes, forzándola a palpar con la cuenca de sus ojos el finisterre de la realidad, a tiznar de silencio la menguante pieza de su existencia.

recortarse los brazos cual Venus de Milo, alborotar de amapolas las greñas del alma, desmigar la sonrisa sobre el tazón de leche son solo pálidos exorcismos con que protege su intimidad de las escamas del sueño del mundo, a la espera de que el ojo de la tarde la despabile con un leve soplo de luz esmerilada.

convicta de su apatía, pasea el plumero por la librería. en uno de los flancos, oculta bajo el grueso volumen de una enciclopedia, repara en una novela que creía perdida. complacida con el hallazgo, agita el oleaje de sus páginas y salta como entre rocas por los párrafos subrayados, hasta que topa con un billete de tren, quizá testimonio del punto y el instante en que abandonara la lectura. inquieta o audaz, sigue con el juego encadenando otros libros, con sus correspondientes pleamares y pecios: tarjetas de cafés o librerías, entradas de conciertos o exposiciones, sellos, pétalos secos, recortes de diario, versos y aforismos anotados en pósits de colores, en lo que se le antoja trencadís feraz de lecturas y vivencias, geografías y voces, olvidadas o adormecidas, que -sin sombra de nostalgia ni reproche- se adhieren ahora a las páginas de su ser, ingrávido y tucán como celosía del tiempo.