miércoles, 26 de junio de 2024

filosofía del estofado

Imagen cortesía de Iseo M.-M.
llevo meses sintiéndome estofadodando vueltas y vuel­tas cazuela adentro, estofa­do por ti, estafado por todos, como un ingrediente más del grandioso guiso de la locura. a diario, me aplico en los avatares de la cocción, 
concentrándome en el análisis de las pautas, las conductas y las inercias emocionales de los demás miembros del rancho. algunos se ablandan, otros se apelmazan; los más díscolos amenazan con agarrarse al fondo hasta chamuscarse y arruinarlo todo; si bien los únicos envidiados son quienes, una vez reducido el vino, ofrecen sus jugos con generosidad mientras sueñan con salsas ligadas presentadas en platos de porcelana esmaltada. cuando el azar me reencuentra con algún conocido, me hago el longuis con tal de no reconocer lo mucho que nos ha castigado el chup-chup

¡qué alivio emerger a la superficie aupado al cucharón para tomarme un respiro de la calorina! tumbado sobre la hoja de laurel, el borbolleo y la visión del vapor ascendiendo me devuelven el recuerdo -ignoro si como síntoma de desdicha o consuelo- de la luz irreal de los nimbos sobre las huertas y los pastos vecinos a la aldea de mis padres. ¡quién me iba a decir que años más tarde compartiría destino con tan lozanas hortalizas y los rumiantes que pacían pacíficamente por aquellos parajes! 

se abre la tapa y me zambullo a tiempo de esquivar la avalancha de patatas chascadas precipitándose sobre el condumio. ¡malditos tubérculos, que todos tengamos que acabar removidos a su son! ¡el buen alimento cría entendimiento! con trasnochada palabrería, sin encomendarse a dios ni al diablo, se empecinan en instruirnos para el sacrosanto instante en que, apagado el fogón, seamos servidos en la mesa. ¡como si el sentido último de nuestro ser fuera complacerse por los eventuales gastrorgasmos desencadenados con nuestra golosa ingesta! puristas de la receta de la abuela, pedantonas del tablescape y el maridaje perfectos, monalisas y kennebecs se divierten ninguneando al sofrito y las carnes, y fruncen el ceño cuando detectan condimentos como el cilantro, el curri o las shiitake.

pero ni la inquina ni la solidaridad pueden aplacar los vendavales de la mente en este infierno en ebullición en el que la voluntad se espesa hasta volverse extraña. basta una sola ráfaga para que, mientras maldigo mi karma y niego la mayor, me persigan sanguinarias imágenes de dentelladas, me aborrezca por no haber conseguido plaza en una vichyssoise o un gazpacho, salive con el aroma sutilmente especiado que me provoca deseos de catarme o rece para terminar entre las sobras, en busca de una última oportunidad en la ruleta rusa del tacho. menos mal que uno se acostumbra a todo y sabe que no son peores las angustias de un guisado que las de la picadora urbana en hora punta. 

- cariño, ¿no ha quedado tierna la carne? ¿te pasa algo? estás como en Babia.

sí, cielo, llevo meses sintiéndome estofadodando vueltas y vuel­tas caldero adentro, estofa­do por ti, estafado por todos...

3 comentarios:

  1. Bueno, al menos es usted de la vieja escuela y no un simple ingrediente más (un E-200 de esos) en un precocinado listo para meter en el microondas. Un alivio constatar que todavía hay clases. Un saludo cordial.

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    1. Sí, en eso tiene toda la razón, aunque ya lo ve, nunca será suficiente para que algún día las patatas me consideren miembro de su selecto club. Un cordial saludo, Gatopando.

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  2. Las patatas siempre han sido muy suyas, sí.

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Ruleta rusa