domingo, 15 de julio de 2012

Lotófagos

Nueve días los vientos por mares poblados de peces me llevaron forzado y llegamos al décimo a tierra de lotófagos, pueblo que come un florido alimento. Allí a tierra saltamos y entonces hicimos aguada, y en seguida los hombres comieron en torno a las naves.

Cuando ya de comer y beber estuvieron saciados, a tres hombres mandé para reconocer el terreno y de qué comedores de pan eran esos lugares: elegí dos muchachos y fue como heraldo un tercero. Y en seguida partieron y hallaron a aquellos lotófagos, que, en verdad, no querían la muerte de nuestros amigos; antes bien, a probar unos frutos de loto les dieron; cuantos iban probando la pulpa melosa del loto no querían traernos noticias ni ansiaban la vuelta, y querían quedarse allí junto a los hombres lotófagos y comer siempre loto, olvidando el regreso a la patria.


Los llevé hasta las naves, llorando, a la fuerza, y debajo de los bancos de nuestros navíos les puse ataduras; y en seguida ordené a los demás compañeros leales que volvieran a bordo al instante, no fuera que alguno intentase comer loto y luego olvidara el retorno; y embarcamos al punto; en los barcos sentáronse en filas y empezaron después a batir con los remos la espuma.

                                                                                                  (trad. José Alsina)

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