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| Imagen cortesía de Iseo M.-M. |
dame un día triste y lo colorearé de púrpura; cuatro trazos por aquí, algún raspado o goteo, el detalle de una lágrima de cacao o un trío de adjetivos fugitivos y convertiré la más gélida mañana de invierno en un prodigio de claridad. ¿quién se conformaría con parterres ante la posibilidad de perderse por un encinar?
muéstrame el más azul de los lunes, ningún apeadero o refugio, tus sueños más sublimes chapoteando en el fango: cuando la rutina te arrastre con su corriente incontenible, seré la tabla de salvación de tu naufragio. y si, en mitad de la noche, sientes sobre ti la espada de Damocles o se abre en tu mente la caja de Pandora, cantaré una nana que ponga en fuga tus temores. porque seré para ti el cabo que te ice, el globo que te eleve, el viento que impulse tus velas, la fuente que sacie tu sed, el soul que anime tu último vals.
dime que estás contra las cuerdas y mentiré, traicionaré, prevaricaré para proclamar tu inocencia. y si te aflige el tiempo, seré tu hotel, tu viaje en tren, tu barra de bar. porque nací para ser tu nostalgia y tu amor cuántico, tu válvula contra el realismo, tu fin de semana perdido, tu diapasón cuando desentonas, tu palabra cuando enmudeces y tu enigma cuando hablas por los codos, quien lanza la llave al abismo cuando quieres recluirte en tu interior.
tantas cosas haré por ti y seré para ti, que quizá tendré que transformar el espejo en escaparate.

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