sentados codo con codo, pero inmersos en los propios pensamientos o en el gregario carrusel del celular. ahora que las curvas nos arrojan al vacío de nuestra existencia, ¿cómo tomarlas sin anularnos mutuamente?
(se infiltrarán en nuestra mente, clasificarán las emociones, harán de nuestro tiempo polvo de algoritmo, y nosotros -eternos adolescentes que saldan sus ilusiones con el soma de las plataformas-, tan felices).
¿recuerdas? éramos tan ligeros, tan leves en nuestro alegre vuelo sin alas. completamente ciegos, embebecidos en el arcoíris de nuestras miradas, corrimos hacia el sol sin apartarnos del fuego. una luna roja recogió nuestras cenizas.
¿cómo sostener el disfraz, ahora que las palabras, lastradas de noviembre, caen amarillentas como hojas de calendario, y escarbamos en el fango de nuestros temores para sentirnos vivos?
deambulando en círculo, con el frío cincelando aristas en los rostros, siempre malas cartas, jamás una mano tendida. callar cuanto sabemos, ese es el precio de la supervivencia cuando el pasado no arropa y el futuro es una sombra resentida.
hasta que de improviso, en el corazón de la madrugada, vuelve la sinapsis, el roce involuntario bajo las sábanas, la sílaba apenas musitada que desborda los sentidos, la mirada en la que descansa el calor y la emoción de la aurora, sin atender en demasía a cuanto depare el nuevo día.

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