viernes, 17 de junio de 2016
la sal del edén
en paralelo a la urbe de eterno resplandor acuático, floral y arquitectónico, tomada por los cuerpos incandescentes y las sonrisas deslumbradas...
en perpendicular a ese trajín forastero de taxi, hall de hotel, museo express y saturnal improvisada en la playa...
...subsiste esa otra ciudad de seres que madrugan, cabecean, se afanan, recelan y asienten; seres traslúcidos -la sal del edén-, sin pupilas ni sombra, que mientras abrillantan, lubrican, ponen en marcha la maquinaria del espejismo de los otros, a veces se sorprenden soñando despiertos con edénicas urbes de resplandor eterno...
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Es una firme vocación española la de vivir de las apariencias, con el trabajo que eso da. Le felicito por el texto, refleja muy bien la situación en que nos encontramos.
ResponderEliminarUn cordial saludo
Muchas gracias por sus palabras. Vocación, ceguera, inconsciencia o seguramente parte también de la inercia de la maquinaria. Porque lo cierto es que, incluso hoy (¡con la que ha caído y seguirá cayendo!), lo común, dentro de la sala de máquinas, sigue siendo imaginarse algún día tomando el sol en cubierta. Un cordial saludo.
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