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Imagen cortesía de Noemí Montetes-Mairal |
en el corazón del goulash onírico, tu conciencia sintoniza un dial al azar desde el que se divisa tu propio salón. tumbado en el sofá como cada noche, con tu mujer trajinando en el desván, se descuelga del televisor un pibón en toples y tanga, hey, chica, apártate de ahí y tápate un poco, no vayas a resfriarte, y sin embargo (¿a quién le amarga un dulce?), su bailoteo insolente y sensual acaba por distraerte del partido, qué sacarías de hacerte el estrecho cuando te toma del cabello y la misma norma no escrita del sueño te confirma que aunque tu señora (¿qué estará haciendo tanto rato allá arriba?) presenciara la escena, jamás daría crédito a sus ojos, en tu última oportunidad para reverdecer laureles, para volver a sentirte Casanova, mientras franqueas con la lengua la erizada vaguada del fresco espinazo que se abre a tu mirada...