esgrafiado o mirada,
acabó por confesarnos
(con un latido ronco,
transido de incertidumbre),
la creciente desazón que
le provocaban los museos,
("silos repletos
de telas suspensas,
con la belleza
aún palpitando en las alas"),
que precipitaban sus tanteos,
obsesiones y reflexiones
hacia la oscuridad, la languidez,
el silencio...