dada la íntima convicción de A del carácter palimpséstico de la naturaleza humana, no resultó nada sorprendente que, al término de su incesante pesquisa alrededor del yo originario, A tan solo pudiera reconocerse a sí misma en la reescritura de Ω
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Alfa y Omega
ResponderEliminarCabe la vida entera en un soneto
empezado con lánguido descuido,
y, apenas iniciado, ha transcurrido
la infancia, imagen del primer cuarteto.
Llega la juventud con el secreto
de la vida, que pasa inadvertido,
y que se va también, que ya se ha ido,
antes de entrar en el primer terceto.
Maduros, a mirar a ayer tornamos
añorantes y, ansiosos, a mañana,
y así el primer terceto malgastamos.
Y cuando en el terceto último entramos,
es para ver con experiencia vana
que se acaba el soneto… Y que nos vamos.
Manuel Machado
Querida M.T., entiendo que detrás del segundo envío por su parte de este soneto del otro Machado, está la sana intención de que me lo aprenda de memoria. No le prometo nada, pero igual le sorprendo si nos vemos en los próximos días. Un cordial y afectuoso saludo.
EliminarEso le pasa por tanto alfaomeguear. A ver si de ahora en adelante se dedica más a los otros alfabetos (que haberlos, haylos, y usted -me consta- los conoce bien).
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