(La presente entrada, en puridad, no puede ser atribuida a ninguno de los redactores habituales de esta bitácora, ni tampoco a ocasional "pluma ajena" alguna, siendo por tanto el primer apócrifo de 20añosnoesnada... Aunque podemos adivinar la decepción que ello puede causar en parte de nuestros lectores habituales, cabe decir que nosotros, sin embargo, nos sentimos profundamente halagados por la aparición de este texto que, en cierto modo, nos hace sentirnos más cercanos no sólo a Cervantes y su Don Quijote, sino especialmente a la realidad de un país, el nuestro, que también parece estar instalado, de unos años para acá, en un perpetuo apócrifo.)
Cesación de la cresta, del furor de la ola, aparición de la resaca, el barco ebrio dispuesto para la travesía habitual. Euforia, desconfianza, catatonia. Y la gran pregunta de todos los días: ¿por dónde reaparecerá el escualo infame de la crisis? ¿Por el paro desbocado; por los recortes y las recomendaciones de los autodenominados "expertos"; por otra apropiación más por parte de los bancos de los recursos, la vida, el futuro de todos; por la enésima muestra de brutalidad policial; o tal vez por un nuevo pacto entre Mas y Rajoy modelo "quítame allá esas pajas", con Duran i Lleida de diletante mamporrero?
Inolvidable domingo, áspero como el primer cigarrillo después de una larga y molesta laringitis, y tan inenarrable como esa dilatada primera calada. I quina desfeta! I quines cares les del Majestic! Por un momento, en 20años... se sintieron transportados a otra dimensión, víctimas de otro flamante encantamiento, pero por más que se pellizcaban, la única sangre que salía era la de la barracuda que se creyó profeta, la misma que ha vuelto a esconder la independencia en el cajón de inventos imposibles del profesor Frank de Copenhague, al tiempo que, según todos los indicios, reorienta sus naves hacia Madrid.
Una metadimensión, la de los chicos de 20años, que esta vez, a diferencia de otras ocasiones, habían aprovechado la ausencia de Nadie (invitado a cenar, con su fiel Penélope, al palacio de Menelao y Helena) para instalar sus reales en el despacho-madriguera del Politropos, dejando el mando del lounge bar al hijo de la simpar pareja, verdadero experto en todo tipo de combinados y sonrisas seductoras, dedicadas sin disimulo a las guapas erasmus del quinto primera, que no dudaron en apuntarse a la descomunal party.
Lo bueno de disponer de toda una quadrophenia de personalidades a mano -el nombre clínico específico para este trastorno es tetrapolaridad literaria, una derivación de la heteronimia pessoana-, con sus respectivos superyós, es que, frente a una barra, cada una de tales identidades puede mostrar su preferencia hacia una bebida diferente (S'peare, combinados con gin; Dosto, vodka y destornillador, Rambó, absenta y el Manco, peleón); lo malo, que una vez vueltos a reunir los cuatro pollastres en la persona matriz, la resaca es una sola y sublime cual tempestad romántica, especialmente si alguno de los mencionados (y no digamos, si todos ellos) se ha olvidado de llevar la estampita antirresacas de san George Best en la cartera y de seguir aquella vieja recomendación de tomarse una cucharada de aceite a la hora de afinar la guitarra.
Aunque la verdad es que ninguno de ellos sabrá nunca qué fue lo más doloroso, si el resacón, la filípica de Nadie al descubrir su mueble bar sin botella alguna indultada, la comezón interior por los remordimientos, el festival de constipados que trajo de la mano una ola de frío que los tiene a todos en bufanda y mitones, o el constatar que tal vez Mas perdiera una batalla, pero el Deutsche Bank sigue como si tal cosa. ¿Cómo volver al trabajo en medio de tan terrible oleaje?
- Tal vez con una entrada en la que Junqueras se vea desesperadamente solicitado por los cantos de sirena de Mas, Duran y Oriol Pujol.
- ¿Y si la titulamos Erecciones catalanas?
- ¿Y por qué no Artur, Duran y Oriol y otros chicos del montón?- contestó irónicamente Nadie, quien, todos son conscientes, empieza a denotar cierto cansancio del notable espacio que la política tiene en la bitácora. -Ojalá que viniera una lluvia torrencial que barriera con toda esta pesadilla, tanto da la de Dylan que la de Travis Bickle, o mejor aún una inmensa ola, una bien alta.
Lo cierto es que la mención a las olas tuvo, si no el efecto buscado (la redacción de una nueva entrada), sí otro de vivificador, obtenido tanto de la reiterada visión de las imágenes rescatadas de la última estancia del cuarteto en Donostia, como de la lectura compulsiva de textos con las olas como protagonistas. Una singladura que les llevaría desde las olas tañedoras de la lira de Orfeo camino de Lesbos, o las ondas do mar de Vigo de la cantiga de Martín Codax, hasta aquellas waves of fear que mantenían a Lou Reed encerrado en casa en cuclillas en medio de la oscuridad. Y por el camino, la "onada [que] em durà a la platja dels morts" (Lluís Llach); las que son "secrets d'amor que ara et pertanyen" (íd.), o aquellas "mirall de les estrelles", verdadero tesoro de de la memoria en el que Verdaguer solia contemplar "mos somnis que són morts". Como también las olas que son los minutos de nuestra existencia (Shakespeare) o tentación perpetua con la que consignar nuestra abandono en las "tristes playas de la vida" (Rosalía); "piel desnuda del planeta" (Neruda) como también "murallas azules" del eterno "marinero" de la nostalgia que fue Alberti. Lo mítico, lo elegíaco, lo fantasmagórico y lo fúnebre, a caballo de esas tantas veces comparadas a la escritura del poema sobre la azul página del mar, las mismas olas que, paradójicamente, hacen aflorar a Nadie el escalofrío herido de uno de los momentos más dramáticos de su existencia: "Mucho tiempo permaneció Odiseo sumergido, que no pudo salir a flote inmediatamente por el gran ímpetu de las olas [...]. Mas aunque fatigado, no perdía de vista la balsa; sino que, moviéndose con vigor por entre las olas, la asió y se sentó en medio de ella para evitar la muerte". Y, sin embargo, hoy, incluso a él, se le antojan fragua de redención.
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