un puñado de adioses, tres o cuatro felicitaciones y otro manojo de recuerdos que dejar en la recámara del olvido a la espera de algún tiempo peor, unas cuantas vueltas de cuerda por calles pronto nuevamente desconocidas, boca del metro, línea azul, dos gotas de melancolía y tres cucharadas soperas de adrenalina en polvo, mendicidad e indolencia, rabia o indiferencia adormilada, una mirada franca, serena y hermosa -misteriosa como una noche de oriente-, la fragancia de una colonia de escandalosa evocación tropical, él (o ella) piensa en su vida -al menos en este día- como una secesión enloquecida de casillas del parchís, así que ladea la cabeza para observar la realidad con la oblicuidad de un silbido.
con la vuelta a la calle, afloran los pensamientos sin reflexión alguna, la indecisión de escoger el lugar para el primer café, el fantasma de una nueva discusión o el perfil de tres caricias con aroma a dejà vu, en su nuevo puesto de trabajo resbala con una piel de satisfacción abandonada junto a la papelera (no hay nada como ser dichoso y además parecerlo), dos o tres conversaciones aún vacilantes y demasiadas gestiones inesperadas al filo de lo indispensable que le devuelven a la partida del metro, cuadragésima tercera estación en menos de cinco horas, reunir en un solo parpadeo el atribulado peso de una vida entera, live forever de oasis en sus orejas y north de seamus heaney ("and poetry wiped my brow and sped me. / now they will say I bite the hand that fed me") en su mirada, otro breve chapuzón en la obscena idea de la nada. el repentino relato de las travesuras de sus hijas en un enciclopédico sms le devuelve a sus fantasías hogareñas, a la premura por nivelar la ecuación entre azar y necesidad, a sus tres libras de siesta apática y los seis sex-tercios de sueño erótico inconfesable, a la resaca de un estremecimiento entre sus labios, al amor ...que no falte, nocturno y acogedor como la conversación a la lumbre de la última taza de café de la jornada...
Así que ha cambiado de vida para volver al mismo lugar de donde partió, Maese Nadie. Qué lampedusiano todo: hagamos que todo cambie para que todo siga igual.
ResponderEliminarSuerte en su nueva/ vieja/ dichosa vida, Nadie.
No se engañe. Seguramente usted ha hecho lo mismo en más de una ocasión, quién sabe si incluso recientemente...
EliminarEstamos sarcásticos esta noche, eh, Nadie??????
EliminarLa impresión de que Stephen Dedalus -con teléfono móvil- no está muy lejos.... Y es que un día puede dar mucho de sí, sin duda más de lo que somos capaces de asimilar.
ResponderEliminarSaludos
Pues sí, la vuelta al día en ochenta mundos, que diría Cortázar. Muy bueno lo de Dedalus con móvil, una idea interesante y muy aprovechable, lástima que uno no sea irlandés ni se llame Jaime.
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