lunes, 9 de mayo de 2016
Roma
forse fosse en un paso cebra, en el andén de una estación o frente a la luna de un escaparate, o quizá en un cruce de senderos en el centro del bosque de lobos en que se habían convertido sus noches... pero fue a la vuelta de una fugaz estancia en Roma eterna, cuando se animó a dar un nuevo giro a su inexistencia, acaso explicable por la íntima percepción de un tiempo desconchado, el suyo propio, en suspendida fluencia con el de los muros y las fachadas de la ciudad.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Todo apunta a que le sentó bien la visita: a lo mejor es que Roma nos ayuda a relativizar un poco.
ResponderEliminarUn saludo cordial
La verdad es que el texto pretendía alcanzar una mayor ambigüedad -de ahí el término inexistencia-, finalmente tal vez no conseguida. Pero ya que lo comenta, sí, la verdad es que la visita me sentó de maravilla. Un cordial saludo.
EliminarBueno, se puede interpretar como un guiño al lector: al fin y al cabo de Nadie sólo cabe esperarse su inexistencia. Yo la entiendo un poco en sentido metafórico, entre cómplice -al fin y al cabo somos tan poca cosa- y fantasmal.
ResponderEliminarPero lo que transmite el texto -bueno, a mí- es ese relativizar que aporta Roma al caminar por calles y lugares con miles de años de historia.
ResponderEliminarFeliz travesía.
Totalmente de acuerdo y feliz de que el texto haya dado para más lecturas. Siempre he huido de los escritores con voluntad de controlar todas las posibles lecturas de su obra. Gracias por sus aportaciones. Nos vemos en su blog.
Eliminar