de vuelta a la página en blanco, destellos de otros sábados (la mecedora de la abuela, la biblioteca del barrio, Con faldas y a lo loco, una sobremesa literaria que acabó en un meublé, una tarde en el Trastevere después de visitar la tumba de aquel cuyo nombre fue escrito en el agua) resplandecieron en su mente con una fruición no exenta de nostálgica zozobra.
mientras tanto, el tiempo avanzaba en la herida del domingo con meticulosidad de relojero.
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