miércoles, 19 de septiembre de 2012

Until the end of the world

Imagination is more important than knowledge.
Knowledge is limited. Imagination encircles the world
(Albert Einstein)

Nos encantan, nos fascinan, nos enardecen las crisis. Entiéndase, las crisis afirmativas, las que exploran nuevas vías dejando atrás las fórmulas o paradigmas gastados; las que, abandonándose al impenetrable abismo de la imaginación, dirigen su singladura, no tanto a una nueva oportunidad, como a la ruptura, el desenfoque, la percepción revolucionaria desde una perspectiva inédita. Momentos singulares, trascendentales, encrucijadas en las que uno decide jugarse en el tapiz los dados de su existencia.

Por supuesto, nada de lo mencionado tiene que ver con la estafa organizada por la mafia político-financiera de la Troika y los diversos des(Gobiernos) títere de los denominados PIGS. Crisis no es la voladura a traición de las condiciones del contrato social; ni por supuesto la interesada identificación del "claro mandato de los ciudadanos: arreglar los problemas del país" (Rajoy dixit) con la programada falta de recursos -y el consabido empeoramiento de las condiciones laborales de sus profesionales- de los sectores públicos sanitario y educativo; ni la taimada e interesada apuesta por la privatización de servicios -incluidos los medios de transporte-; ni, por supuesto, la oleada ideológica -un verdadero tsunami- capaz de enterrar de una sola palada la visión integradora y formadora de la escuela obligatoria en beneficio de la selección, la empleabilidad y el adoctrinamiento en las bondades empresariales; o el principio de rehabilitación del código penal en favor del talión populachero (y todo esto, simplemente rebuscando entre las decisiones tomadas por el des(Gobierno) español en este último mes. En fin).

Claro que, a fuer de ser sinceros, a veces obviamos que gran parte de nuestros ciudadanos no tienen por qué identificarse con nuestros principios. Y que otros, entre quienes desgraciadamente a veces nos incluimos, también pueden sentir el hartazgo que produce remar siempre con el viento en contra. Al respecto del primer punto, produce cierto espasmo espinal a la altura de la conciencia comprobar como circula por la red (especialmente utilizada por páginas de coaching empresarial o emocional e incluso algún portal ¡inmobiliario!) cierta perversión de la cita de Einstein que encabeza esta entrada: "In times of crises, imagination is more important than knowledge", dicen ellos, infame corrupción que puede llegar al delirio ideológico neocon con desarrollos como "La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque la crisis trae progresos", "Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones" o los impagables "El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones" y "La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia". ¡Bien por "Heisten"!, que diría un alumno medio salido de la reforma Wert.

En cuento al segundo punto, pues qué quieren que les diga, pero poniendo en el fiel de la balanza, por un lado, el "pinchazo" de la mani del pasado 15 en Madrid, y por el otro el músculo de la contestación social que en la vecina Portugal han tenido las últimas medidas del des(Gobierno) del gatuno Passos Coelho (enlace), comprendemos, por un lado, que ellos jamás dejarán morir dictadura alguna en el lecho de un hospital, y que nuestro modo de hacer se vuelve a acercar peligrosamente a aquella imagen del díscolo blanquito repantingado que a muchos nos viene a la cabeza cuando escuchamos el "White Riot" de The Clash.

(Cambio de tercio.) Berlín. ¿Qué imagen podría competir con la de la capital alemana como escenario más adecuado para representar una crisis? Bajo la sombra de Döblin o del Franz Biberkopz del bávaro Fassbinder, del lúcido cinismo del maestro de ceremonias Joel Grey, el teniente Colombo se frota las manos para ahuyentar el frío ante la incrédula mirada de un grupo de trabajadores, a escasos metros del implacable Mauer. La ciudad (ancianos de biblioteca, figurantes de película ambientada en la Alemania nazi, hijos rebeldes, padres desesperados, tenderos de antigüedades, magrebíes, trapecistas,  suicidas, ángeles sin alas todos) se despereza: los suburbios, Postdamer Platz, Unter den Linden o el más recoleto patio interior. En el umbral del nuevo día reaparecen el Reichstag en llamas, la bandera soviética sobre el Reichstag, el Reichstag detonado, reformado, reunificado: el Reichstag de Merkel...

Berlín fue, es, será una ciudad de la imaginación, especialmente -cruda ironía, ya os habréis dado cuenta- para aquel que, como quien suscribe esta parte de la entrada, no ha tenido el placer de poner el pie en ella sino con la fascinada mirada de las fotografías, las palabras y los recuerdos de otros. Berlín, asimismo, tiene para todo aquel aficionado al rock, un peculiar aroma suburbano y sombrío, con estaciones tan deslumbrantes como torturadas de nombre Lou Reed (Berlin), Iggy Pop (The Idiot), David Bowie (LowHeroes, Lodger) o nuestros invitados de hoy en ALGO MÁS QUE RUIDO: U2.

Pocas cosas más embarazosas para un comentarista musical (y uno nunca aspiró a tan honorable dedicación) que añadir una sola línea a todo lo dicho y escrito sobre el combo irlandés por excelencia, proeza sólo comparable a la de acometer idéntica acción alrededor de The Beatles o The Rolling Stones. Si atendemos a los lugares comunes, compartieron rampa de lanzamiento post-punk con Joy Division o Echo & The Bunnymen, pero a diferencia de mancunianos y liverpulinos, a los que les unía la misma insaciable ambición indagadora, un espíritu guitarrero forjado en riffs tan rotundos como inmortales, una sección rítmica infatigable y un cantante con talento poético dispuesto al asalto de la estela y la sombra de Jim Morrison, los dublineses nunca le hicieron demasiados ascos al reto de ser los más grandes, sin desechar para ello ni la idolatría de los grandes estadios ni la tendencia a un mesianismo -en su caso particular auspiciado por su declarado catolicismo practicante- felizmente comprometido, que los acabaría llevando en volandas hacia la apoteosis americanizada de The Joshua Tree y Rattle and Hum.

(Nuevo cambio de tercio, el último.) Inicios de los noventa. Un tiempo de crisis como otro cualquiera. Trabajos de ida y vuelta, salarios de mierda. Amores que se van y amores que no llegan. Silencios que devengan caricias, besos que atesoran espinas. Y alguna que otra sesión de ropajes jadeantes lanzados contra la pared con estudiado frenesí. Jornadas de vacíos recuperados y cerveza ensordecedora, de huidas hacia delante hacia algún lugar en donde sentirse extranjero a uno mismo. Y Achtung Baby, imponiéndose canción a canción como inolvidable banda sonora de aquella dionisíaca resurrección.

También por aquel tiempo, la banda de Bono, The Edge, Clayton y Mullen puso en marcha su particular crisis, y después de talar el árbol de Josué (Bono dixit), buscó nuevos aires creativos bajo la luz de Marrakech, pero sobre todo en el gris berlinés. Una vez más, tal como sucediera con Bowie, la "desintoxicación" de lo estadounidense pasará por la capital alemana, pero también por la experimentación bajo la supervisión de Brian Eno, quien, como Daniel Lanois -de hecho, el principal productor del disco-, ya había colaborado con ellos en LP anteriores. El resultado, el para muchos -entre ellos, un servidor- mejor álbum jamás registrado por U2: Achtung Baby. No fue un álbum de parto fácil (ya en Dublín, donde continuaría la grabación del mismo, fueron robadas las cintas de las sesiones berlinesas), y no resulta difícil adivinar las tensiones que rodearon al grupo (entre ellas, y no la de menor importancia, las dudas ante el nuevo rumbo escogido y el recibimiento que tendría el trabajo entre crítica y público), entreveradas en la inquietante y severa oscuridad sonora, en el envolvente y sinuoso discurrir de unos temas en donde la producción no solo no empaña la emotividad a flor de piel, sino que la acentúa. Temas que alcanzaban rápidamente la altura de sus anteriores éxitos, como One, Mysterious Ways o The Fly, pero también otros de no menor sombría hermosura, como So Cruel, Love is Blindness o el que da título a esta entrada y que hoy os ofrecemos, Until the End of the World, en cuyas tres estrofas se desarrolla una historia muy cercana a la de las últimas horas de un "amor" ("we were as close together as a bride and groom") imposible: el de Judas Iscariote y Jesús. Más allá del excelente resultado musical, de la asombrosa elección del tema en un contexto rock y de cierta ambigüedad que permite la apertura a otras interpretaciones, el éxito de Until the End... radica en la inteligencia de la perspectiva escogida: la autoconfesión del torturado espíritu del traidor.

Otro de los aciertos alrededor de aquel álbum fue la creación de algunas iconografías inolvidables, como la de los bisontes asociados a One, las bailarinas de la danza del vientre de Mysterious Ways o la caída al vacío de Bono en el video promocional de Even Better Than the The Real Thing. De hecho, las propias cubiertas del álbum, caracterizadas por su abigarrada combinación de imágenes, remitían a un grupo absolutamente renovado en sus presupuestos. Tampoco desmerecieron los directos. La banda había alcanzado la madurez por segunda vez y, sin renunciar ni a la gloria ni al negocio ni seguramente al ego, sus cuatro miembros (que habían aprendido a reírse de sí mismos y de la farsa que los rodeaba) se aprestaban a disolver su proverbial mesianismo en un espectáculo multisensorial presidido por un antiguo Trabant decorado para la ocasión, y en el que Bono, irónicamente, asumía los roles de mosca -gafas ahumadas incluidas-, telepredicador o diablo.

No otra cosa que esa sutil ironía parece estar detrás de la actuación escogida para nuestra sección musical, porque no nos diréis que no tiene su gracia cantar sobre la traición de Judas ante la engalanada concurrencia del Rock'n'roll Hall of Fame, por más coleguismo descorcha-champanes mostrado por Mr. Hewson. Aun así, para los rockeros serios, os reservamos un regalito aun si cabe más envenenado: la versión que Patti Smith realizara recientemente del tema.


P.D.1: Ayer murió Santiago Carrillo, referente político indudable de algunos de los integrantes de esta redacción. Figura que arroja (y seguirá arrojando) luces y sombras, una de las más controvertidas, sin duda, de la historia española de la última centuria (y ello desde presupuestos meramente izquierdistas, allá el facherío casposo y vociferante con sus traumas, sus infamias y sus intereses espurios). Comentaba hoy con cierto resabío El Manco que, a pesar de haberse visto cautivado cientos de veces cautivado por aquella innegable habilidad con la palabra, por esa especial sabiduría nacida de una vivencia intensa, nunca había sido capaz de adentrarse en las memorias del ayer desaparecido, según él por el propio temor a encontrarse no ya con un héroe, sino con un ángel o un santo donde sólo había, afortunadamente, un hombre.

P.D.2: "Longer than life": con esta sorprendente muestra de bilingüismo llevado al absurdo, definió a la otra "desaparecida" de la semana nuestra pizpireta vicepresidenta del des(Gobierno). Buscando sentencias más contundentes para su epitafio, encontramos algunas por la red. Sin ir más lejos: "que lleve tanta paz como deja...", "and in the end the hate you take is equal to the hate you make" o el más dado a la poesía hecha imagen "a enemigo que huye, puente de plata". Y quede claro que para nuestra condesa favorita, hubiéramos preferido un puente con más joyas y joyeros que el Ponte Vecchio de Florencia, pero también en esta redacción abogamos por la austeridad, así que puente de madera y sacado de un parque infantil. Puente de futuro, el que reservabas tú y que siguen reservando los tuyos a niñas como la de la foto, hermosa metáfora del esfuerzo que les espera a los que ahora empiezan cuando se apresten a reconvertir vuestra resaca en un mundo más justo... En fin, doña Espe, naranjada y agua ardiente y ríase la gente, o mejor aún, aire, que vol dir vent (¡qué puñeta, que aquí en 20años... también somos bilingües!). Y no vuelvas nunca, por favor, ni siquiera el día del fin del mundo.

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