Woman's secret, curioso lugar en el que citarse con el consorte, pero así las gasta Penélope, de tal modo que hacia aquel original punto de encuentro se dirigió Nadie, con su astucia y su impetuosidad a cuestas, y esa imperturbabilidad que solo puede ornar la mirada de quien en un tiempo mitológico saliera indemne de los encantos de Calipso, Circe o Nausicaa. ¿En verdad alguien podía pensar que Nadie se fuera a arredrar en una simple tienda de lencería femenina, allí donde otros muchos (fuera por masculino pudor o voyeurismo desvergonzado irreprimible) perecerían?
Aunque tampoco os penséis que el rendez-vous fue un paseo militar. Porque fue ver Penélope a Nadie y seguir a lo suyo, reina también allí -¡cómo no!- del gineceo (por cierto, sutilmente decorado esta temporada en edénica evocación campestre británica). No en vano, Penelope, a su generosidad y fidelidad probadas, une una meticulosidad en todo su hacer a veces sencillamente exasperante. De ahí que Nadie se armara de un arsenal de paciencia y se tomara su tiempo, dejando que el pájaro de la mirada languideciera sin mayor avidez entre los sujetadores, braguitas, tangas, picardías, tops, pijamas tan elegantes como sexys, hasta encontrar uno (coronado por la simpática imagen que preside esta entrada) en el que dejar reposar al passer.
Tiempo, además, para que Penélope fuera hacia los probadores por enésima vez, y tiempo para que Nadie, una vez puesto nuevamente a prueba su temple (sí, acabó por ser citado también en los probadores para una elección a vida o muerte), cayera finalmente víctima de la monotonía de lo leve rematado en puntilla.
(En la siguiente escena, tras una impactante elipsis introducida por flashes entrecortados en claro homenaje al Godard de  bout de souffle, se observa en primer plano a Nadie, mientras Penélope es salvajemente atacada por una bandada de sostenes. Nada puede hacer por ella el héroe homérico, embebido en los cantos de sirena de su flamante SmartPhone. La escena se desarrolla en el más completo vacío sonoro, con el protagonista dejándose llevar por el ritmo de lo que escucha, mientras una joven de largo y lacio pelo moreno, ojos almendrados y sonrisa entreverada devuelve las prendas desechadas por las clientas al lugar correspondiente. Nadie queda como hipnotizado por el lema que luce su coloreada camiseta: "Sunny Afternoon".)
There's a crack up in the ceiling / and the kitchen sink is leaking / Out of work and got no money / A Sunday joint of bread and honey. / What are we living for? / Two-roomed apartment on the second floor. / No money coming in / The rent collector's knocking, trying to get in. / We are strictly second class, we don't understand / (Dead end!) Why we should be on dead end street / (Dead end!) People are living on dead end stree / (Dead end!) Gonna die on dead end street. (Dead End Street, The Kinks)
Versos que parecieran escritos acerca de nuestra realidad presente, cada vez más acuciante y precaria, pero que fueron compuestos por Ray Davies en 1966. Un año crucial no sólo en la historia de The Kinks, sino también en la de las principales bandas británicas, si echamos un vistazo a la lista que sigue: Revolver (The Beatles), Aftermath (The Rolling Stones), A Quick One (The Who) y, por supuesto, Face to Face (The Kinks). Y ello sin olvidar que también por entonces vieron la luz obras tan imprescindibles como Pet Sounds (The Beach Boys), el doble Blonde on Blonde (Bob Dylan) o el LP debut de The Mothers of Invention, Freak Out! Discos todos ellos que supusieron el punto de partida desde el que lanzarse a la experimentación de nuevos lenguajes expresivos en los que, en líneas generales, la experiencia psicodélica iba a tener un influjo importante. No fue el caso, sin embargo, de la banda de los Davies, Quaife y Avory, cuyo punto más cercano a la psicodelia cabría establecer en la portada del álbum mencionado, cuya elección por parte de la compañía fue a costa de la disconformidad de Ray, quien siempre vio esas canciones más próximas a las tonalidades en blanco y negro que, de hecho, fueron las escogidas para los vídeos promocionales de la época.
De hecho, el radical cambio en la orientación musical que The Kinks habían iniciado con sencillos como "A Well Respected Man" (1965) y "Dedicated Follower of Fashion" (1966), y que continuaría a lo largo de 1966 ("Sunny Afternoon", Face to Face, "Dead End Street") hasta más o menos el final de la década, se haría de espaldas no solo a la corriente psicodélica, sino al impulso de vuelta a los orígenes que caracterizaría las composiciones de Beatles, Stones o Who a partir de 1968. The Kinks, afectados tanto por sus propios problemas dilemas internos ("There's too much on my mind [...] and drag me to the ground and shake my head till there's no more life in me"), como por las desgracias (el accidente de tráfico en el que se vio involucrado Pete Quaife), y, por supuesto, por la prohibición que les impedía realizar giras en Estados Unidos, fueron capaces de crear una música tan sencilla como sugerente, intimista y sensible pero nunca sensiblera, en la que la dialéctica yo-tú, chico-chica, cede su hasta entonces indiscutible primacía en los contenidos de los temas en favor de la tercera persona, de una perspectiva objetiva y sobre todo de un acertado tratamiento de naturaleza introspectiva y horizonte social, tan crítico e irónico como tolerante y cómplice, reflejo de las filias y las fobias, las fantasías y los sinsabores cotidianos de cualquiera de sus compatriotas, más allá de edad o condición alguna. Y todo ello sin olvidar la paulatina transformación del indómito sonido de su primera obra (ejemplificado tanto en la rudeza en carne viva de las voces como en la estridente contundencia de riffs y solos de clásicos como "You Really Got Me" o "All Day and All of the Night") a una nueva identidad sonora que, con el simple recurso a la instrumentación básica del rock (voz, guitarra, bajo, batería) y el más esporádico a los teclados (piano o clavicordio), y partiendo de melodías hasta cierto punto tradicionales, representa el perfecto equilibrio entre elegancia, naturalidad e imaginación.
Tal vez la mejor prueba de la grandeza del cambio experimentado lo constituya el hecho de que la crítica especializada de aquel tiempo y sobre todo la posteridad (llámese esta Blur u Oasis) fueran más benevolentes que el público coetáneo. Y aun así, algún éxito habrá que anotar en su haber más allá de la bendita "Waterloo Sunset", como, por ejemplo, este "Sunny Afternoon" que hoy tenemos el placer de ofreceros en ALGO MÁS QUE RUIDO, y que un 7 de julio (¡Viva san Fermín!) de hace 46 años sustituyera al tema beatle "Paperback Writer" en el número 1 de las listas británicas. Tema con más mala baba de lo que pudiera parecer, oculta bajo la piel de ese millonario venido a menos por la crueldad del recaudador de impuestos y de una enorme y gruesa fulana, la misma crítica a las políticas impositivas del Gobierno laborista de Harold Wilson (sobre un 95% de los ingresos en el caso de los artistas de más éxito, nada que ver con nuestros millonetis, sicaveros y evasores varios) que Harrison completaría a través de "Taxman".
Aunque no va a ser el único tema que os ofrezcamos estos días, pues en épocas de crisis furibunda como esta, qué mejor que ofrecer 2 por el precio de... nada. Así, alternativamente, un día os dejaremos "Sunny..." y el otro el no menos sarcástico vídeo de "Dead End Street". Asimismo, aquí va otro enlace solo para los seguidores más irredentos del grupo de los Davies: The Kinks at the BBC, donde se hace un resumen de su carrera a través de las diversas actuaciones televisivas del grupo para la cadena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario