era tal la aceleración con la que conducía sus palabras y actos, tan grande su necesidad de dejar atrás el horizonte, que el comentario más repetido en su funeral fue que había sido una lástima que se perdiera el enorme placer de haberse conocido a sí mismo...
su yo más preciado era aquel que afloraba en los sueños, delirios y deseos inconfesables de otros...