aislamiento, al que instintivamente te entregas cuando, absorta en la visión espectral del flujo nocturno de la autopista -con sus cuerpos de acero, sus extremidades neumáticas y sus parpadeos sin alma-, eres incapaz de filtrar signo de humanidad alguno.
por los corredores del hormiguero urbano, se desborda el mundo con frenética y jovial impostura, infatigable en su incitación a superar los límites más resbaladizos. sin embargo, aferrada a una añeja desconfianza rayana en la timidez, tu curiosidad resiste los cantos de sirena y alimenta su indiferencia en el círculo vicioso de los libros, filmes e himnos de juventud.llueve sin nubes y la intimidad ingrávida del amor aflora buscando un amarre en los muelles de la memoria. orgullosa de haber sabido mantener plegadas las alas del corazón, te confirmas en el papel y te consagras a perfeccionar tu monólogo sin palabras, a la espera de que el dolor inexorable reclame tu presencia espectral sobre las tablas cada vez más combadas.
Del círculo vicioso de los libros, filmes e himnos de juventud, ¿se sale? ¿Y de la necesidad de confirmarse en el papel?
ResponderEliminarUn saludo cordial
Del primero, seguro que no; del segundo... Es curioso, pero tenía ya perfilada la entrada cuando leí aquella reciente de su blog que acaba con "Qué horror casi todo. Nos conducen a un exilio interior". ¿Esprit d'époque habemus? Un cordial saludo.
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