primer día de fiestas. remiso como nunca al amuchamiento, desmoralizado por el bochorno implacable y el atronador popurrí de bachata, rumba y son cubano con que desde mediodía asienta sus reales la barra callejera, intercambia su inicial plan de retrospectiva berlanguiana por la contemplación de la multitud que transita bajo el balcón de camino a la placita, con la intención de fantasear alrededor de las circunstancias vitales que han traído hasta allí a la pareja de pijos de piel broncínea y dentadura lustrosa, al tipo con aires de profesor distraído con camisa hawaiana y barba a lo Walt Whitman, a los dos cachas que chocan sus manos con efusiva coreografía, al pelopincho que pasea su acracia entre cumulonimbos de maría, a la familia de revista y a los tres macarrillas de flequillo ensortijado, a la muchacha pizpireta que concita la atención de su panda a golpe de ironía, a la que de una sola abanicada se saca de encima a moscones y pagafantas, al guiri que se embelesa con el caleidoscopio sin percatarse de que le están vaciando la mochila, a la pelirroja que golpea exasperada la puerta del váter móvil mientras Sammy y Rosie se lo montan, a la que bailaría sobre las brasas por el morenazo que tira las cañas, al que se hizo a sí mismo y se pasó con la cocción, a la que se siente culpable y al que la persuade para perseverar en lo inconfesable, a la que está en racha, al que se bate el cobre y al que mira a uno y otro lado para no tropezar con su futuro, al vejete que ofrece un cigarrillo al joven africano que recoge chatarra, al rapero que tararea a Gardel antes de subir al escenario, a quien especula con la vida de los otros desde su balcón...
¿pero cuántas vidas ha vivido? observando al personal deambular bajo su mirada reaparecen en su mente un sinfín de peripecias, quizá no tan singulares ni olvidadas como gusta creer. cuando de repente el cielo se cubre de nubes y caen con furia las primeras gotas, un sinuoso sentimiento de fraternal disolución germina en su interior, provocando que, siquiera por una vez, esa progresión corporal, emocional, factual y de conciencia que denominamos yo languidezca como un festejo estival bajo la tormenta.
De la posibilidad de una retrospectiva a una prospectiva: El escenario desde el balcón se antoja una proyección de Berlanga hacia el siglo XXI, al menos esa es la impresión que uno ha recibido.
ResponderEliminarUn saludo cordial.
Efectivamente, Gatopando, una vez más acierta. Si bien la intención inicial no era apuntar ese guiño berlanguiano, la misma creación del texto fue revelando la posibilidad, finalmente plasmada, creo. Un cordial saludo.
EliminarQue bien has descrito el paisaje festivo, extrapolable a todas las fiestas mayores dedicadas a tantas vírgenes y santos como hay aquí. Y ahora vamos a tener a un nuevo beato ("El milagro que impulsa la beatificación de Juan Pablo I consiste en la sanación, inexplicable para la ciencia, de la niña argentina Candela Giarda, que estaba desahuciada por los médicos en 2011 debido a una grave patología cerebral. Según la Iglesia católica la sanación tuvo lugar gracias a la intercesión del nuevo beato." Así vamos. Enhorabuena por el texto.
ResponderEliminarUf, con la iglesia hemos topado, amigo Pedro, y con sus extraños y alambicados procedimientos para homenajear a sus figuras. Casi que mejor seguimos con la fiesta. Un cordial saludo.
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