absorta en la lluvia, manoteas palabras en la Olivetti, teclas y gotas en glorioso contrapunto, desafiando al rock del radiocasete. es septiembre y el chubasco trae consigo la promesa anfibia del último curso. ¿se reflejará todavía en los charcos tu juventud sin manecillas?
el tamborileo sobre el claustro y el eco de los pasos a través de las salas renueva la vieja melodía, si bien la busca de un paisaje lluvioso entre las marinas, las brumas fluviales o los otoños urbanos resulta infructuosa. al salir del museo, el aguacero acuarela tu rostro. todos lo maldicen, pero tú inquieres a su belleza levantisca. frente a la tozuda circularidad del tiempo, la verticalidad lírica de la lluvia.
embrida el hipocampo y tu mente forma lágrimas,
chapotea bajo una tromba de imágenes que reunidas en
sin apenas protegerse: el duelo de nubes de angustia,
relámpagos en vuestras pupilas, ascienden
la trabazón entre su precipitación y se enfrían, y por el peso
y la tuya, la tempestad que arrecia del olvido,
bajo las sábanas, el sirimiri acaban
acompasando tu aliento. precipitándose.)
el cielo cae a mares sobre el parabrisas, y la conjunción de carretera, agua y vidrio empañado te revela la luminosa incertidumbre de tu ser, de tus amores de lluvia, que se suceden sin consolidarse ni evaporarse del todo.
Guarde, guarde el impoema para cuando España sea un desierto. Llevará menos tiempo del que parece. Desde luego menos del que nos separa de los tiempos en que tecleábamos en la Olivetti.
ResponderEliminarUn cordial saludo
Vamos a ello, desde luego, y más con este tipo de meteorología mediterránea, 3 meses sin lluvias y luego un pedazo de diluvio que te obliga a ir a 70 por autopista. En fin, tomo en consideración su consejo. Un cordial saludo.
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