no, no brota ya de ahí agua -o licor- que riegue el alcorque del recuerdo, aunque a veces se pose en tu mente el sombrío aleteo de aquellas veladas en las que paraíso e infierno no eran sino ficciones geométricas del tacto yámbico de una piel.
son otras, te dices, las secuencias que provocan en ti un placer sereno e incitan al cuerpo a una travesía interior más cercana al deseo que a la nostalgia: el sol cegador y la sombra luminosa del sueño, el chasquido de los pasos sobre la alfombra tendida por el otoño, la lectura del oleaje en el preludio de la galerna, un blues tintando de anochecer los patios a punto para el derribo, el tabaleo de la lluvia desarmando el pensamiento... momentos de vagabundeo, de tiempo amortiguado, entreactos que vienen y van sin anunciarse, y en los que, sin embargo, la vida -haciéndote olvidar el temor cerval que la soledad te inspirara en la niñez- palpita con liviana desnudez.
en realidad, nunca le debiste nada a la memoria, ni tan solo estas líneas, ascuas del olvido.
Sí, desarmar el pensamiento parece una premisa necesaria para eso tan esquivo como necesario que es vivir el momento. En ese sentido, el protagonista del impoema da un poco de envidia.
ResponderEliminarEstoy leyendo un libro de Mark Strand, Casi invisible, que me recuerda un poco a algunos de sus escritos. Si no lo conoce, pruebe a leerlo (Visor). Creo que conectará.
Saludo cordial
Mucha envidia. Relegar la memoria o el pensamiento a algunos momentos en favor de la intuición o el ritmo natural, sean lo que sean estos... En fin.
EliminarEn cuanto al libro de Strand, creo que más pronto que tarde aceptaré su recomendación. Un cordial saludo.
Ese politropos me ha dejado p´allá pero luego la lectura me ha reconfortado. Gracias por darme esperanza.
ResponderEliminarGracias a usted por no dejarse amilanar por esa pequeña broma filológica del politropos, y seguir adelante con la lectura. Me alegro de que le haya sido provechosa. Un cordial saludo y ánimo con lo que sea.
Eliminar