miércoles, 3 de marzo de 2021

22.22 Potsdamer Platz

Das 11. Gebot heißt: Laß dir nicht verblüffen.
("El undécimo mandamiento
es no dejarse deslumbrar.")
(A. Döblin)

la primera impresión irrumpe entre las nubes: deslumbrante, verde, vasta, pausada Berlín.

aeropuerto de Tegel, frente a la cinta transportadora. ¿qué metódico azar te ha traído hasta aquí? con su salida de la prisión de Tegel, se inicia la odisea macarra de Franz Biberkopf, drückte den Rücken an die rote Mauer und ging nicht. pero tú, ¿qué vienes buscando? tal vez nada. cúmulo de despropósitos, mi vida es un relato con el narrador en fuga. Alexanderplatz -> Reichstag -> Puerta de Brandemburgo -> Checkpoint Charlie: el taxista desgrana complacido los lugares que avivan el fuego de tu imaginación, aquel que encendieran Döblin, Isherwood, Wenders o Bowie: heridas abiertas por el deseo que ojalá cicatricen en Berlín. "Potsdamer Platz, better by night. its blue and red lights. don't miss it". Warum nicht?

descorres la cortina del ventanal de la habitación, abierta al delicioso bullicio callejero de Kreuzberg. no deshaces la maleta, solo dejas los libros junto al televisor. luego, las decepciones y contradicciones acumuladas en los últimos meses te empujan escaleras abajo. Ein Bier, bitte. la misma medicina de siempre. ¿huir hacia delante o esconder la cabeza cual avestruz? no atisbas un átomo de claridad en el amasijo de interrogaciones que se debate en las agitadas aguas de tu sed. una doble hilera de adoquines cruza Berlín en recuerdo del recorrido del Muro. dibujas un 2 en la barra con la espuma de la cerveza para Jim y Caroline. atenazado por el movimiento y la rotación del silencio (2: cifra y metáfora de Berlín, de su materia y su espíritu, su libertad y su destino), no temes a la luz, aunque no quisieras traicionarte. aquella colega de la facultad que te prestó Berlin Alexanderplatz, y que ya nunca tuviste necesidad de retornarle. ¿por qué obstinarse en una historia cuando una y otra vez...? ¿cómo pasar página sin amargura, sin recurrir a las palabras siquiera?

son las 7 de la tarde y Berlín semeja una ciudad en retirada. te sorprende el desfase entre las dimensiones intuidas a través del plano y las distancias reales. sin tiempo para saludar al atardecer bajo los tilos, encuentras un puesto donde cenar y hacer tiempo antes de llegarte a Potsdamer. destruida durante la Segunda Guerra Mundial, convertida en tierra de nadie con la construcción del Muro, tras la reunificación alemana, vivió un intenso proceso de rehabilitación que la ha convertido en uno de los centros neurálgicos de la capital. renacer de las cenizas: la seca piel de mis promesas, el alivio de su indiferencia. y la maldita certeza del azar, de que si nunca hubiéramos coincidido en la biblioteca, hoy seríamos dos libros con los pliegos todavía intonsos.

Entschuldigung, ist das the right way to Potsdamer Platz? sientes la respiración nocturna de Berlín como quien estira la masa de un sueño de harina. rojo-verde. frente a ti, la réplica zombi del primer semáforo de Europa. este-oeste-este-oeste. un grupito de turistas adolescentes dan saltitos de codorniz sobre la doble línea de adoquines (mañana jugarán al escondite en el Monumento al Holocausto). un azar perverso te trajo hasta aquí. 22.22, bajo las lonas de fuego y hielo de la cúpula del Sony Center, notas la vibración del móvil. es su hermano. ¿qué querrá ahora este capullo? apenas distingues unas palabras. Es ist ein Schnitter, der heißt Tod. maniatado en angustia, tu pulso se desboca una vez cuelgas y la luna desagua su escalofrío en los subterráneos del alma. nada te resta por hacer en Berlín (su paleta se oscurece en tu cavilar expresionista de vuelta al hotel), cuando la partida entre la vida y la muerte se juega a cara o cruz en una lejana mesa de operaciones. 

Schönefeld, a la mañana siguiente. en la zona de embarque, recibe un SMS que le confirma que ella está fuera de peligro. algunos años y bibliotecas más tarde, a expensas de un nuevo azar, Berlín sigue siendo una herida abierta en su corazón.

6 comentarios:

  1. 22.22... Como para no olvidarlo...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No más que azares del destino, quizá motivados por esa enorme fuerza centrífuga alrededor del 2 que el sujeto en cuestión creyó experimentar en Berlín.

      Encantado de volver a leerla por estos lares.

      Eliminar
  2. He corrido (fig.) a poner el Berlín de Lou Reed de fondo para leer esta maravilla :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Le quedo agradecido. Es uno de los elogios más increíbles que me han hecho en la vida.

      Dicen que Lou Reed ni siquiera había pisado Berlín cuando compuso su obra maestra. El protagonista de la entrada estuvo apenas 17 horas. Como para dudar del tremendo poder inspirador de la capital alemana. Un cordial saludo.

      Eliminar
  3. A expensas de volverlo a leer -no creo que ello modifique mi impresión-, constato que cada vez que sus expediciones rebasan Barcelona y alrededores se vuelve usted de lo más enigmático.

    Un saludo cordial

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno, en el caso de este texto, si me lo permite, todo lo enigmático que puede ser alguien con el narrador en fuga.

      Ahora más en serio, imagino que tiene en la mente la entrada que hace unos meses dediqué a Donosti, que también tenía su dosis de enigma. No sé, no le negaré que quizá esté en lo cierto, aunque no sea buscado, al menos de forma consciente. Quizá sea también que el acercamiento a estas ciudades -incluso a Donosti, después de tantos años-, haya sido planteado desde un punto de vista introspectivo y especular. Y a través de unos espejos, por otra parte, apenas intuidos en sus respectivas complejidades. Un cordial saludo y gracias una vez más por su perspicaz observación.

      Eliminar

Ruleta rusa