dos estancias robadas al subconsciente
o al olvido. dos escenarios sin espejos, extraños a la vida y, por ello mismo,
limítrofes con la eternidad.
erotismo resignado que confiesa su
caída al pie de las sábanas, mientras se aferra con los dedos a la estratagema
de la luz. instantánea del alma fugitiva, atrapada en el suelo por un fuego blanco que crepita en la mente.
¿es este el precio de la libertad?
¿una mañana de verano clausurada, sin planes, sin amantes, sin necesidad de
ellos? ¿es este el saldo de la visión? ¿un trampantojo en penumbra, una
ficción en la niebla?
¿la mirada que se esconde de sí misma? ¿o la que nos interroga desde una corporalidad tan retadora
como pudorosa? ¿qué puede quedar del gesto trágico, de la despojada melancolía
de dos existencias a la deriva?
la mentira desnuda de que
todo fue verdad. en la hora en que dos soledades gritan su cicatriz al unísono.
No sé, más que la de dos figuras aisladas, por alguna razón su sugerente texto me sugiere la visión de dos miembros de una pareja que agoniza.
ResponderEliminarSupongo que cada cual proyecta sus temores según sus circunstancias.
Aunque sí, Soledad es un nombre de mujer.
Un saludo cordial
Sí, no se me había ocurrido, pero no cabe duda de que sería un posible guion más que interesante. Mis dos abuelas se llamaban Soledad y Dolors. Si llego a tener una tercera, pongo la mano en el fuego de que hubiera llevado el nombre de alguna de las hijas de Bernarda Alba. Un cordial saludo.
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