suenan las siete en el carillón y algo taumatúrgico e impreciso se esparce por la sala al calor del fuego recién encendido, en la sutil confluencia del vocerío regocijado, el sosiego espeso del día vencido o las revoltosas pavesas anihilándose en la penumbra. entre sus manos entrelazadas, ningún atisbo de nostalgia de los buenos tiempos, ni cardenal alguno por los golpes que ya no saben...
tan solo una sensación de armoniosa complicidad casi olvidada, invitándoles a dejar agonizar los dados en el cubilete, sin dar pábulo a las sombras circulares del tiempo...
Se le adivina bien avenido (por no emplear un término más manido). Si así es: enhorabuena!
ResponderEliminarFeliz travesía, -más que nunca-.
Muchas gracias. Feliz travesía también para usted. Nos vemos en su cuaderno de bitácora.
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