primer vuelo del año de los vencejos frente al ventanal de la galería, súbitamente abortado por las nubes grises...
participas del hallazgo a la pequeña y la dejas contemplando el cielo con embeleso. te emociona comprobar que también ella ha estado esperando su alígero vuelo, que un anhelo interrogante entre el candor y la poesía se manifiesta en su mirada. vuelves a la cocina y, mientras dejas correr el agua sobre los platos, te felicitas porque tras un invierno de pesadilla, has vuelto a recuperar el sueño, y junto a esa recién estrenada armonía, ha reaparecido el deseo de volar bien alto, tal vez hacia esa gruta imaginaria de donde parten los vencejos año tras año.
silba la cafetera y, de improviso, un repentino pálpito disgrega la visión. vuelves la mirada, y la imagen de una niña -tu pequeña- subida a un escabel y volcada sobre el alféizar te abofetea con la fuerza de lo inconcebible. petrificado, sin tiempo siquiera para tomar una decisión entre la orden seca o el rápido avance salvador hacia ella, respiras con alivio cuando la mayor, sin asomo de alarma, la sujeta con determinación de las muñecas y la devuelve al suelo, mientras su hermanita pregunta con ingenuidad a dónde han ido los vencejos.
un abrazo férreo como la vida supera entonces cualquier tentación a la reprimenda o a la autoflagelación. habrá luego tiempo para confrontar advertencias y explicaciones, o para que aflore tardío el miedo en forma de sollozos ávidos de consuelo. para congratularse, en definitiva, por este cielo victorioso de nuevo surcado por afiladas, oscuras, medias lunas con alas...
Bellísimo texto, Nadie.
ResponderEliminarMuchas gracias por sus palabras, y por ser tan fiel y lúcida lectora. Un cordial saludo.
EliminarCada nueva lectura es más emocionante que la anterior.
ResponderEliminarLo que más me gusta del texto es su contención y su equilibrio. De hecho, creo que la emoción que transmite surge de ahí. Un cordial saludo.
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