una casa en el corazón del bosque, abierta de par en par al misterio de la mañana, escrutas con sereno placer en los rumores, los vaivenes, las voces y los recodos, embebido en esta húmeda inmanencia que guía tus pasos a un extrañamente callado claro entre encinas y robles, te tiendes buscando cobijo en la sombra, invitación a la lectura, aunque las palabras, los surcos del poema, rehúyan tu afán, ávidos por reunirse contigo en la contemplación de tus propios pensamientos, en un momento íntimo de encrucijada, en que tu biografía toda -de improviso- comparece en el envite de un instante, bajo la solar mirada de encinas y robles; a ellos inquieres con la pupila, como anoche hicieras frente al espejo de las palmas de tus manos; pero unas y otros -indolentes augures que nada quieren saber de salud o amores o trabajos futuros- tan solo desvelan como única imagen la turbia declinación de veredas y líneas que entrecruzan la efímera y boscosa eternidad tuya de todos los días, senderos que se abren, se cortan o se ramifican, que te desandan y te anonadan en el latido de otros caminantes, en la gravedad de unos pasos que no a mucho tardar volverán a ser leña de encinas, manos o robles.
(fue con la primera sombra del atardecer, echado sobre el pretil bajo el ciprés que anuncia esta casa ya alojada para siempre en el corazón de su inexistencia, cuando -aún de forma vaga e imprecisa- el oráculo se reveló en toda su plenitud a la mente del caminante: la idea de la soledad como única distancia posible. y se dejó estirar, respirar, enhebrar, enamorar por la púrpura declinación del estío.)
Al menos, la soledad en un entorno bucólico no engaña tanto como la otra, la que a menudo padecemos en los entornos urbanos donde la marabunta humana no parece tener otro fin que embaucarnos a nosotros mismos aunque cada vez sea menos la gente que se lo cree y cae en la trampa.
ResponderEliminarUno se pregunta, en fin, si la comunicación es posible entre seres humanos sin la mediación de un libro.
Feliz vuelta al tajo.
Gracias por su -por otra parte, como siempre- interesante reflexión. Conforme pasan los años, tiendo a ver la soledad como un valor mucho más al alza, una soledad lúcida, positiva, ajena a dolor, y por ello mismo, mucho más solidaria que solitaria. Pero tampoco me haga mucho caso. A fin de cuentas hoy es viernes, e incluso en viernes tu existencia puede dar un giro -ironía- de 360º. Habla usted de la mediación de los libros. Totalmente de acuerdo, aunque mucho me temo que hoy en día la soledad de los solitarios-muy-a-su-pesar bebe más de los libros de autoayuda que, por ejemplo, de ese furibundo compendio de solitarios que es "Rayuela".
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