lunes, 1 de septiembre de 2025

Galway

Cast a cold Eye
On Life, on Death.
(W. B. Yeats)

cruzar el país desde Dublín tras la inesperada vorágine del 5 Naciones, en la súbita necesidad de un cambio de aires, ¿pero por qué los de este cielo encapotado, ceniciento y frío, cíclope sin luz en tris de desplomarse? caen con rabia las primeras gotas y la ventolera arrecia sin cuartel. mientras las velas de Eyre Square se hinchen orgullosas, un heroico paraguas paga con su vida la impericia de una joven. veo, veo, ¿qué ves? la policromía desvaída de las fachadas de la ribera, un rifirrafe entre salmones en la terminal de autobús, el acuaplaneo de un escarabajo al tomar el puente tras la catedral, la omnipresente turbulencia cadmio-cianofícea de qué: ¿río, canal, lago, mar? ¿cómo orientarse en el laberinto acuoso de Galway, espejo del mío propio? tentar a la suerte rebautizándola Molly. ¿qué estará haciendo ahora, con quién? ¿llevará todavía el colgante con el corazoncito de mármol verde? insólita velada la de ayer, sesión de espiritismo celta entre ensayo y ensayo, quise ser agradecido y salí trasquilado. ¿por qué todo se aleja cuanto más se acerca? ríndete ya, jamás alcanzarás esa playa en esta desolada tarde de domingo de final de invierno, en que la humedad cala los pensamientos hasta pudrirlos. confuso y frustrado, un islote en una isla, me retiro pronto al redil del B&B, sin decidirme entre el asombro o la aversión ante semejante estética carcamal de papel tapiz, moqueta y crujidos de somier de muelles como hilo musical.

ineluctable piélago de niebla en el trayecto a través de Connemara rumbo al embarcadero, apenas un indicio de esplendor esmeralda en la berma. viajas con la imaginación al mítico tiempo detenido de Tír na nÓg, por más que el ferry atraca en las islas Aran. ¿todavía confías en encontrarte a ti mismo en este paisaje huraño, en tu cauto caminar salvando las hendiduras en la roca caliza? ¿o quizá en la intuición del último confín en lo alto del fuerte prehistórico sobre el imponente acantilado? por entre el fragor del oleaje y los graznidos del viento, se filtran los ecos de la conversación de la patrona sobre su luna de miel en Mallorca; del dejo pícaro del taxista al evocar las escalas en Barcelona en su juventud en la US Navy; del farfulleo del fumeta pelirrojo que rebusca en la parka los detalles de su peregrinación mariana con final en Lloret; del contenido "¡bravo!" de R. -au pair bilbaína, ocasional camarada de baladas y pintas-, cuando juras que no volverás a Dublín sin antes hollar la Innisfree del poema de Yeats. al despediros, sin saber el porqué, te asalta el pálpito de que Molly -por suerte para ella- jamás será la mujer de tu vida.

¿qué inapelable albur le devuelve 30 años más tarde, en esta cala mediterránea en la que yace al sol de la primera hora, con el tornasol verdemar de las aguas tentándolo con su refrescante promesa, la sombría resaca de Galway, con tal vigor como para ponerlo en guardia contra sí mismo?

el espectro de un mundo plano y monocorde, sin reflejos ni sueños, construido a golpe de renuncias; la certeza de una soledad alveolada, con cavidades imposibles de cubrir con afecto alguno; la obstinada ignorancia del lamento de la banshee; la esperanza de que una fuerza interior que unos llaman fe y otros determinación ejerza de protección y guía a través de la oscuridad.

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