el nacarado alabastro de la humareda atravesada por los rayos de sol, extrañamente estática, perpleja; el goloso crepitar de la carne y las patatas envueltas en papel de aluminio; pinzas y birra en mano, unos toman el mando de la operación, mientras los otros compensan con chascarrillos sus nulas ganas de arrimar el hombro: saturday noon fever, parrillada en homenaje a los recién jubilados y el altavoz portátil escupe matraca setenta-ochentera a todo trapo. ¿qué haces, boomer, que no te lanzas a saltar, gritar y bailar, dándolo todo como los demás? ¿a qué tanto aspaviento antihedonista? ¿abusando ya de Marco Aurelio antes de alcanzar la senectud? ¿por qué negarse a proclamar a los cuatro vientos que, aunque los años no pasen en balde (y para muestra, el festival de barrigas cerveceras), aquí seguimos a tope, con la misma energía que entonces y, desde luego, inmunes a la nostalgia? ¡por dios, menuda pamema, al fuego con ella!