asoma la cabeza por el hueco de la escalera y reaparece aquella primera impresión de libertad y armonía, ese embrujo de mansarda parisina con artista redimido de la paranoia y las galernas del ajenjo. mientras divaga con la mirada entre las novelas en lengua inglesa, los catálogos de museos y las guías de viaje de los estantes, ella le hace sentir su abrazo, intenso y dúctil como una ola, con la misma invitación renovada: "¿no es el sitio ideal para un escritor?"