y un intenso aroma a café recién
hecho impregna el ambiente. resaca.
la pleamar de los dedos, aventurándose
por cada uno de los pliegues
del cuerpo siempre desconocido.
¿y qué queda después de haber franqueado con los pies descalzos
el ardiente pavés del dolor? ¿la rabia,
la conmiseración, la incomprensión de lo acontecido?
de repente, una inexplicable ráfaga de serenidad
levanta las faldas de la penumbra herida.