¡...si supieras cuánto envidio tu silencio, cuando tus labios se embeben de la última luz del atardecer!
cuando, los dos sentados frente a frente (tú, pura mirada extraviada en la luna del autobús), te contemplo, y desarmado de conceptos y teorías, rindo mi percepción a tu capricho, a la espera del momento mágico en que el centro de tu torbellino revele su quietud.