un viento súbito golpea la ventanilla con sus nudillos para recordarte que el sudor, el humo, las carcajadas de los clubes de ayer alimentan el frío que hoy recorre tus venas. ahora que te sabes hijo del diluvio, ¿aceptarás cuantas cartas marcadas te ofrezca el destino? te acomodas a la inercia de la soledad curvilínea de la penumbra.
a través del espejo retrovisor, te descubres entrando en un nuevo taxi. desconoces quién sigue a quién, cuál de los dos tiene al otro en su punto de mira. dos horas más tarde, cuando se detiene, el taxista se cobra la carrera con la moneda que encuentra bajo la lengua del inerte pasajero. ahora que te sabes el único superviviente de todas tus vidas fallidas, ¿tendrás suficiente con mirar de reojo tu reflejo en la luna?
avanza el taxímetro con su tictac onírico, y tu conciencia se ve arrastrada hacia el deshilachado centro de la promesa del tiempo. quizá el reguero de sangre que gotea asiento abajo no guarde relación con tus heridas, pero ¿podrías decir lo mismo del invierno que asoma bajo los coágulos?
(junto al semáforo, ves aproximarse un taxi hacia ti.
a pesar de la lluvia, intuyes que esta noche quizá sea mejor
volver a casa caminando.)
Sus onirismos me parecen cada vez más vívidos y la foto es muy sugerente.
ResponderEliminarQué borroso es todo!
Un cordial saludo.
Gracias por sus palabras siempre alentadoras, Gatopando. Y sí, todo es cada vez más borroso, y yo aún diría más -y perdone el guiño tintinesco-, todo está cada vez más emborronado. En cuanto a la imagen, es una desfiguración de un fotograma de aquel otro oniroinsomnio tremendo titulado "Taxi Driver". Nos vemos en su blog.
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