aparecen Η y Γ , luego Λ, y finalmente A con su inseparable Ω. estallan las conversaciones (que si esta banda de culto, aquel director underground o esa otra farra desternillante), y sus ecos rebotan como cubitos de hielo contra las paredes de su calavera. de repente, llega a sus oídos el frenazo de un bus, entorna los párpados y se deja invadir por un escalofrío.
abre los ojos y comprueba con alivio que los dos jóvenes tambaleantes han salido indemnes de milagro. pide la cuenta al camarero, reintegra a Η, Γ, Λ, A y Ω a su correspondiente celda del olvido o el deseo, y sigue disfrutando a su manera de la urbana soledad de una mañana de domingo singularmente refractaria a la más elemental noción lineal del tiempo.
sí, la función de los otros -incluidos los próximos- es disimular nuestra irreversible soledad; no digamos en domingo.
ResponderEliminarsoy más de aspirar que de tragar pero, lo confieso, me han entrado ganas de zambullirme en una rebosante pinta de Guinness!
Un saludo cordial.
Sin duda, y no hace falta para ello darse un garbeo por Irlanda, zambullirse en una pinta de Guiness es una de las más interesantes formas de vencer la soledad. Otro saludo cordial.
EliminarNo en vano, y si me permite el torpedeo de una cita de Browning, "quien bebe una Guiness, siente que su soledad, de repente, se puebla". En fin.
Eliminar¿se puebla?, de calorías entre otras cosas, ja, ja
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