noche de sábado tras algún que otro exceso laboral. a la majadera sensación del deber cumplido y el salvífico baño de bosque matinal, sigue la inesperada invitación a la inauguración de la cervecería de un antiguo compadre de correrías. con el traje de prestar oídos recién planchado, se abraza con el amigo y tras un diálogo ralo pero eufórico, se integra discretamente en los corrillos de desconocidos. jarra a jarra, sin embargo, se desbrava su interés por el intercambio de anécdotas, reflexiones y ocurrencias varias, que desplaza hacia el minucioso escrutinio de las señales de seducción y esnobismo que alimentan cada gesto, inflexión, carcajada. hasta que, cansado de conjeturas patafísico-sociológicas, y agotados canapés, croquetas y dados de tortilla, aprovecha la repentina algazara con que es recibida la inevitable retahíla de éxitos retro, para eludir su turno en el karaoke y marcharse a la francesa.