hasta que el nudo se deshaga igual que se ha hecho.
(Luis Martín-Santos)
días más tarde, instaladas las niñas, acortan la sobremesa para estrenar las acuarelas y témperas recién compradas. en un alto en su inspiración, la mayor repara en una junta levantada en el tosco empapelado puesto por los últimos inquilinos. sin esperar al consentimiento o la regañina paternos, se pone a rascar y estirar con midriática impaciencia, hasta que -¡abracadabra!- resurge a la luz el estampado de los abuelos. tras la sorpresa inicial, comienza el interrogatorio filial al padre, en un gozoso parloteo especular de infancias que adquiere su máxima policromía conforme se filtra del subconsciente la materia de los sueños.