(en el octavo aniversario de 20añosnoesnada)
un latido con sordina
(deambulaba por el muelle para hacer tiempo)
un revuelo de silencios
(odiaba bajar de compras al centro)
un pájaro de alas horadadas
(jamás descolgaba el teléfono en ayunas)
un roble enraizado en el viento
(había jurado dejar el trabajo en el primer cenicero)
20 años más tarde, y ya con 3 o 4 vidas -si no más- consumidas, se apalanca en la terraza del bar con la sonrisa petrificada, sus sempiternas Ray-Ban, y una Coca-Cola y una aspirina a modo de purgatorio, ufano re-incididente de aquellas mañanas de re-saca de cuando la veintena.
prolonga la calada y Γ, H y Λ re-aparecen de entre el humo, precediendo a A -como siempre, tarde- y a su inseparable Ω. re-stallan entonces espitosas las conversaciones (que si tal banda de culto o ese críptico cineasta underground ahora tan en boga, que si la mítica rave del verano pasado), y sus ecos cómplices re-botan como cubitos de hielo contra las paredes de su calave... ¡ÑIII! (el re-pentino frenazo de un autobús casi le re-vienta los oídos: entorna los párpados mientras le re-corre un escalofrío).