domingo, 10 de abril de 2016

reloaded

20 años más tarde y con 3 o 4 vidas -si no más- ya agotadas, se apalanca en la terraza de un bar con sus gafas de sol, la sonrisa petrificada y una coca-cola en la mano, como en una de esas radiantes mañanas de resaca de cuando tuvo 20 años...

aparecen Η y Γ , luego Λ, y finalmente A con su inseparable Ω. estallan las conversaciones (que si esta banda de culto, aquel director underground o esa otra farra desternillante), y sus ecos rebotan como cubitos de hielo contra las paredes de su calavera. de repente, llega a sus oídos el frenazo de un bus, entorna los párpados y se deja invadir por un escalofrío.

abre los ojos y comprueba con alivio que los dos jóvenes tambaleantes han salido indemnes de milagro. pide la cuenta al camarero, reintegra a Η, Γ, Λ, A y Ω a su correspondiente celda del olvido o el deseo, y sigue disfrutando a su manera de la urbana soledad de una mañana de domingo singularmente refractaria a la más elemental noción lineal del tiempo.

4 comentarios:

  1. sí, la función de los otros -incluidos los próximos- es disimular nuestra irreversible soledad; no digamos en domingo.

    soy más de aspirar que de tragar pero, lo confieso, me han entrado ganas de zambullirme en una rebosante pinta de Guinness!

    Un saludo cordial.

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    1. Sin duda, y no hace falta para ello darse un garbeo por Irlanda, zambullirse en una pinta de Guiness es una de las más interesantes formas de vencer la soledad. Otro saludo cordial.

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    2. No en vano, y si me permite el torpedeo de una cita de Browning, "quien bebe una Guiness, siente que su soledad, de repente, se puebla". En fin.

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  2. ¿se puebla?, de calorías entre otras cosas, ja, ja

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