domingo, 23 de octubre de 2022

intimidad

Le bouquet de jonquilles, Paris 1950 (R. Doisneau)

Intimidad: Cartografía del yo.
(R. Argullol)

paréntesis de luz caracolean sobre la superficie del sueño. rehén de la desmemoria, una tibia melancolía colma de ecos la penumbra, dejando tu mente a merced de la lectura. abrumado por la realidad, coloreaste el mundo a través de otros ojos, espejos cómplices larvados de ausencia. no comprendiste nada, no aprendiste nada: no penetraba la luz en aquella selva de pasión densa como el deseo. revives en un chispazo el tormento y el éxtasis, pero cuán lejos estás de reconstruir aquellas conversaciones a las que ahora, instintivamente, quisieras aferrarte, al fin sanado de la quemadura de su cuerpo.

eslabones de la noche, preguntas y respuestas se encadenaban sin anhelar el alba, profundas e irrepetibles como un mar de café. aun en los días más grises, supisteis imprimir un color y una temperatura especial a las palabras, por más frágiles que fueran vuestros actos. ¡qué no hubieras dado por retenerlas, aunque sonaran antiguas y huecas como supernovas!

te sonríes cuando rememoras que no teníais ni para un nórdico en aquel nido de amor, apenas una madriguera. pero ni el escenario ni las privaciones dieron al traste con vuestra aventura, entregados como estabais a un perfeccionismo asfixiante pero complacido, por el que -a falta de alicientes- aceptasteis jugar a ser otros frente al espejo. así, tú, locuaz sin remedio, trazabas en el aire rencorosos pentagramas de silencio, mientras ella, violeta escéptica, se extraviaba en el viacrucis terapéutico del cuándo, el cómo y el porqué de vuestro inesperado exilio en Babel.

¿te avergüenzas de tu suspicacia? ¿de las ocasiones en que troceaste su opinión e impusiste tu parecer entre desaires? celoso sin remedio, ¿te atreverás a repetir que te manipulaba o que te dejó tirado tras el accidente? ¿dónde queda ahora tu arrogante seguridad? con el orgullo herido, paralizado por los tentáculos de la incertidumbre, una mirada, un aspaviento, una observación trivial encienden la mecha que recorre las sendas del aprendizaje de una nueva piel. hoy que incluso extrañas las vocales que jamás se deslizaron lengua abajo, ¿sigues creyendo que valió la pena enrollarse con su mejor amiga?

después del daño infligido, sin fuerzas para mirarte al espejo, ¿cómo pudiste albergar esperanzas de mantener con vida el rescoldo anémico de la reconciliación? una mañana sin aristas, finalmente, el tiempo cegó la entrada a la gruta donde todavía se revuelve el cíclope de la intemperie, destilando un reguero de paraíso perdido, playa sin mar, campo sediento...

*

alérgico a los libros y películas en los que la relación amorosa se dilucida a todo o nada (e
s decir, a cuanto constituyó su educación sentimental), muestra su extrañeza consigo mismo cuando elige en el estante Intimidad, de Hanif Kureishi. a media tarde, finiquita la novela con el ánimo dividido, tanto en lo que toca al escritor (del que sigue sin confirmar la excelente impresión que le causara El buda de los suburbios), como al respecto del tema (un ajuste de cuentas del protagonista con su vida matrimonial horas antes de ponerle punto final). al menos se congratula de que, a pesar de que la historia y el retrato de los personajes no suscitaran su interés, la lectura tomara su propio rumbo en forma de reflexiones personales y anotaciones esporádicas en los márgenes del texto.

4 comentarios:

  1. Pero qué bueno, Nadie. Cada nuevo texto supera al anterior. Gracias.

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    1. Los ojos con los que los lee. Me alegro de que le haya gustado el texto. Gracias por su comentario. Siempre son recibidos con agrado y atención. Un cordial saludo.

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  2. Qué curioso. También yo tengo un ejemplar de Intimidad en casa. Está entre los libros que dejaron los antiguos inquilinos. Entre que me gusta leer las versiones originales en inglés y que alguna crítica que vi no me animó, no me he decidido a leerlo, pese al buen recuerdo que también me dejó El buda de los suburbios. Ahora, con que me inspirara la mitad de lo que lo ha hecho a usted, creo que me pondría a ello. .

    Un saludo cordial.

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    1. Gracias por sus palabras. El suyo fue mi caso por un par de décadas. De hecho, lo mío con Kureishi no deja de tener su miga. De los volúmenes comprados -no muchos, la verdad- unos han sido rápidamente leídos y otros, o siguen esperando o cayeron en el fragor de alguna de las mudanzas de mi vida. Un cordial saludo.

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