sábado, 1 de agosto de 2020

la isla

Arnold Böcklin, La isla de los muertos.
Lúgubre isla me alumbrará continental
(C. Vallejo)

la isla da para un breve paseo en el que intuiciones, recelos o anhelos encuentran cobijo entre las sombras ganadas al tiempo. la lúgubre intimidad del jardín de cipreses, el graznido circular de los grajos sobre las rocas, brindan una turbia ilusión de arraigo, atemperada por la incesante sucesión de auroras y atardeceres en discanto embriagado. el recién llegado aprende pronto que solo su andar infatigable lo redimirá del olvido.

con cada pleamar, el enigmático remero devuelve su esquife al embarcadero. sus labios resecos se nutren de las memorias de cuantos recoge en la travesía. solo quienes rindan sus demonios a los pétreos guardianes, quienes sientan el relente del alma en la palma de las manos, quedarán a salvo del sueño de las aguas.

no nacen afectos ni emociones en la isla, sino fervores de fugaz sabiduría. a veces los paseantes recobran las palabras para colmar de espejos blancos su silencio. la soledad es su bien más preciado y les complace compartirla en espontáneo archipiélago.

la luz es el verso más delicado de la tiniebla.

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